Todos los viernes procuro descansar un rato por la tarde, pues así puedo estar relativamente tranquilo para el programa de la noche. Lo hago ahora. Tirado en una cama revuelta (como debe estar toda buena cama) y con la televisión encendida en algún insulso noticiero local. Nunca suelo verla cuando tengo la computadora prendida, por el contrario, me pierdo en la red y solo cuando alguna noticia resulta más o menos interesante volteo a verla (particularmente hoy Hechos Yucatán ha sido un comercial de Superior, y los yucas de peluche están particularmente mamones) poner atención un rato y regresar a mis divagaciones (navengantes) cibérneticas. Navegaciones que, como os he contado hace algún rato, hoy son bastante nostálgicas.
Se dice que la nostalgia es sinónimo de tristeza, pero no en mi caso. Para mi, la nostalgia es sinónimo de recuerdo, de otras épocas que hoy parecen perderse en la distancia marcada por el tiempo. Lugares que a veces visito con la mente. Personas que en algún momento fueron importantes y que hoy significan una sonrisa, un gesto o simplemente un punto en la memoria personal. Ayer platicaba con mi instructura de spinning, una chica muy agradable y en algún otro tiempo buena y divertida compañera en los tiempos de secundaria. Lo chistoso, es que mientras a mi los años me han quitado varios cabellos, su físico parece estar detenido en el tiempo. Lo juro, es la misma chica que convivió conmigo tres años en aquella gloriosa Secundaria del Colegio Americano, y conocida en aquel entonces como "La Polla".
Hace exactamente 20 años estaba en segundo de secundaria. Días de gloria, días de desparpajo, risa y fiestas de quince años. Días de festivales artísticos, de clases de danza, de revistas pornográficas guardadas con celo en el interior de una mochila. De partidos de fútbol y de aquel dream team de basquet bol que se coronó campeón en el torneo interno. Conversación en torno a nombres, nombres de chicas de las que tal vez estuve enamorado; o de amigos que compartieron esas largas noches de sábado en las puertas de Leo Montejo o en la Arcadia del Bolerama Campestre. Maestros que sufrieron (o se divirtieron) con nuestras traviesas insolencias pubertas y salones que hoy seguramente son ocupados por chicos que viven en este momento algunos de los mejores años de sus vidas.
Pensando en todo esto, recordando esas situaciones de otras épocas, me doy cuenta de algo: he tenido una vida fantástica. He disfrutado, y lo sigo haciendo, de cada valle o colina que esta gran aventura por la cual pasamos, me ha presentado. Si bien, como cualquier persona en esta vida, he tenido momentos complicados, también he tenido momentos extraordinarios que hoy se han convertido en mis principales recuerdos. Memoria Selectiva, dirá seguramente algún experto psicoanalista, pero memoria a cuyo encuentro acudo gustoso cada vez que suele llamarme.
Para mi, nostalgia suele ser carcajada, suele ser sonrisa y si....algunas veces tristeza. Pero en general, soy feliz con mis recuerdos. Agradecido estoy con la vida por lo que me ha presentado, pero aún lo estoy más por lo que está por venir. Tengo el presentimiento que pronto...pronto...algo nuevo y grande pasará. Para bien o para mal... aquí espero.
...Nos escuchamos por la noche...
1 comentario:
Pues si, del Americano...tu hermano Mario? seguramente...que generación es él? Saludos...
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