lunes, marzo 31, 2014

De Noé o La Gran Épica Bíblica...

Seven Readers!!...



El Dios del Antiguo Testamento es, sin duda, el personaje más desagradable en toda ficción: celoso y orgulloso de ello, un mezquino, injusto, un controlador implacable, un vengativo limpiador étnico sediento de sangre, un misógino, homófono, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista, matón caprichosamente malévolo.
Richard Dawkins.

Richard Dawkins es categórico al juzgar al Dios judeo - cristiano dentro de la literatura mitológica y de ficción. Estoy de acuerdo casi al cien por ciento con la sentencia con la que inicia el post, salvo que a mi, Dios en realidad no me parece desagradable sino completamente humano y, por ende, por momentos fascinante. 
El Dios del Antiguo Testamento es un personaje que desborda humanidad, en él se reflejan todas las fallas del ser humano pues los celos, la mezquindad y su enorme afán controlador son características propias de la especie a la que - según el texto bíblico - creó a su imagen y semejanza. En ese sentido, no encuentro una película que haya retratado con mayor apego al Dios de la Biblia como lo ha hecho Noé de Darren Aronofksy. Estamos ante en un filme en el que "El Creador" es mostrado como un ser indiferente a su creación, particularmente ante el ser humano. Es un personaje que no puede soportar el camino que el hombre ha tomado con base en la libertad qué el mismo le permitió tener y por lo tanto decide - en su infinita misericordia - acabar con toda la humanidad para tratar de enmendar su error. Para ello va a elegir a un hombre que se va a convertir en un reflejo de dios mismo, en esa imagen y en esa semejanza. Porque el Noé de Aronofsky va a comportarse con un auténtico hombre de Dios, alguien que acepta la grandeza de su tarea sin cuestionar los fines de la misma, alguien que está dispuesto a sacrificar todo lo que quiere solamente por satisfacer los deseos de una divinidad lejana, indiferente ante el sufrimiento, y que no reparará en castigar a toda la humanidad aún exista dentro de la misma gente inocente y de buen corazón. 



Aronofsky va a dibujar al mundo pre diluviano como un mundo hostil, lleno tierras ásperas, con poca vegetación y en el que los animales parecen ser los únicos que continúan respondiendo a las características que Dios esperaba de su creación. Y esto es porque a ellos no les fue otorgada la capacidad de decisión que si tuvo el hombre y que es precisamente la causa de su perdición. Por lo tanto el creador le ordena a Noé -a través de visiones, algunas de ellas causadas por sustancias alucinógenas - que construya un arca para salvar de la destrucción a esa parte de la creación que no representa un peligro para la autoridad divina. La película entonces tiene un sub discurso animalista, pues Noé - un auténtico vegano - va a horrorizarse por el uso que el hombre le da a los animales. Aronofsky insistirá en ello mostrando el sufrimiento de un becerro que es desmembrado vivo por una muchedumbre hambrienta, lo que generará que el personaje principal del filme reafirme su convicción de que una civilización que no respeta a los animales, merece ser destruida. Pero al mismo tiempo es una civilización que de la mano de su rey Tubal Caín (un soberbio Ray Winstone) va a luchar por su supervivencia. Aronofsky entonces tendrá uno de sus mayores logros en el filme: eliminar el concepto de villano, ¿por qué, puede tacharse como villano a quien lucha por su derecho a existir? Si bien Tubal - Caín es un personaje con moralidad cuestionable, uno como espectador no puede dejar de sentir cierta empatía por alguien que ha hecho uso de su libre albedrío y que reclama a un creador su enorme indiferencia ante el sufrimiento de aquellos a quien ha creado, alguien que decide hacerle a un lado para continuar con un camino en el que un dios ya no es necesario.




La película se convierte en una muestra de lo que es el trabajo de dirección actoral. Russell Crowe logra junto a Aronofsky construir a un personaje obsesionado por una idea, un hombre cegado por la fe y por la tarea que ésta le ha impuesto. Noé está siempre en una lucha constante contra lo que su razón le dicta, pelea brutalmente contra sus propios instintos y va transformándose en un hombre obnibulado por una orden a la que no se atreve a cuestionar. Serán los personajes que le rodean quienes van a cuestionar las decisiones que Noé va a tomar, poco a poco su familia va a confrontarle, a obligarle a repensar las razones de su tarea. Jennifer Connelly será Naameh, la esposa fiel, pero que va a enfrentarle al momento de defender a su familia. Ila - la esplendorosa Emma Watson - una huérfana adoptada por su familia, será el espejo de inocencia que llevará al constructor principal del arca al límite de sus capacidades de decisión. Y es particularmente uno de sus hijos Cam - el talentoso Logan Lerman - quien se enfrentará desde un principio a su padre haciendo uso del elemento que ha resultado en la perdición de la raza humana: el libre albedrío.
No puedo dejar de mencionar una de las subtramas más hermosas de todo el filme: un grupo de ángeles siente un amor infinito por la humanidad, por lo tanto - haciendo también uso de su libre albedrío - deciden abandonar el cielo para tratar de hacer algo ante la indiferencia divina. Bajan a la tierra pero Dios castiga su acto caritativo y les convierte en gigantes de piedra condenados a vagar por un mundo que les detesta y busca destruirles. Desconfiados de la humanidad, los ángeles caídos deciden ayudar a Noé porque a pesar de su castigo, siguen buscando al creador y al mismo tiempo siguen confiando en la capacidad de la humanidad para encontrar la redención.
Noé no es la mejor película de Aronofsky. Pero siguen apareciendo características propias de su cinematografía: historias en las que los personajes se transforman a partir de una idea, de una tarea que deben cumplir para sellar aquello que consideran como su destino. Y al final - insisto - se trata de una película que refleja fielmente el espíritu de uno de los capítulos más terribles de la mitología bíblica. Aquel que cuenta como el creador decide borrar completamente a su creación pues ésta no responde más a sus deseos y caprichos. Es la historia de un genocidio brutal e inmisericorde. Y es la historia de quienes sobrevivieron porque terminaron por comprender que el universo es inimaginable sin seres que no sean capaces de ejercer al amor y a la razón como los pilares sobre los cuales fundamentar toda su existencia.

Un logro...

Así las cosas hoy lunes...

Salud Pues......




miércoles, marzo 05, 2014

De Carnavales...

Seven Readers!!...

(Largo Post a Continuación)...

El sábado pasado estuve en el carnaval...de Campeche. A pesar de tener familia muy querida en aquellos lares, nunca había tenido la oportunidad de estar en el famoso Sábado de Bando. Finalmente asistí y algo me quedó realmente claro: a los campechanos no parece importarles la precariedad de su fiesta, simplemente aceptan que se trata de un evento de quinta lo que realmente no es importante pues los campechanos lo festejan y hasta se regocijan en ello. Por eso resulta en algo absolutamente divertido y disfrutable: porque no existe la falsa pretensión de que se está ante un evento de categoría mundial, es una auténtica y fabulosa fiesta de pueblo.
He ahí la gran diferencia con el carnaval de Mérida. Por años los yucatecos han vivido con la falsa idea de que su Carnaval está a la altura de los mejores del Mundo, cuando realmente se trata de una fiesta cuya espectacularidad dista mucho no de lo que se hace en Río o Venecia, sino de lo que hace en lugares como Veracruz o Mazatlán. El Carnaval de Mérida es tan tercermundista como el campechano. Y en los últimos años ese tercermundismo se acentuó, creció y se salió de control. ¿Por qué?, porque como sucede con muchas cosas en el tercer mundo las grandes corporaciones se apropiaron de él, lo moldearon y lo manejaron a su antojo. Se trataba ya no de disfrutar una fiesta multicolor, sino simplemente de salir a "apropiarse del espacio público" con la mayor cantidad de alcohol en las manos. En otras palabras: el carnaval en Mérida no se trataba de una verdadera democratización de los espacios comunes, sino de la manipulación de las masas con un solo objetivo: vender la mayor cantidad de productos posibles, particularmente alcohol.
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El yucateco suele presumirle al mundo las Maravillas de su Estado. Se nos hincha el pecho de orgullo cuando hablamos de Chichén Itzá o Uxmal, cuando nos referimos a nuestras hermosas playas. Somos grandilocuentes cuando comentamos sobre todas esas cosas. Sin embargo todo lo que podemos decir y presumir en estos temas es mierda, auténtica mierda. Porque todos años los años durante la "temporada" las playas de Progreso son cubiertas por capas de basura. Porque llevamos años tolerando que la Zona Arqueológica de Chichén Itzá sea un auténtico tianguis de artesanías por el cual es imposible caminar y porque no valoramos el enorme patrimonio histórico y cultural que tienen el Centro Histórico de Mérida y el Paseo de Montejo. De hacerlo, muchas zonas del centro ya hubiesen sido cerradas al tránsito vehicular y convertidas en auténticas calles de disfrute cultural y recreativo. De hacerlo, ya hubiésemos firmado cualquier cantidad de peticiones para que Chichén Itzá se convierta en una zona libre de vendedores y por supuesto desde hace mucho hubiésemos pedido que el Carnaval saliera de Paseo de Montejo. Pero en la realidad nada de ello nos importa. ¿Por qué? porque en el fondo no entendemos realmente lo que es el bien común, la importancia del mismo y el significado que tienen algunos sitios y el verdadero potencial que estos poseen. Al yucateco su patrimonio cultural tangible en el fondo no le interesa y aprovechará cualquier oportunidad para destruirle sin misericordia alguna. 
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En los últimos días he leído cualquier cantidad de argumentos en contra de la salida del Carnaval de Montejo. Dos me llaman la atención: que era una tradición y que se atenta contra la apropiación y democratización del espacio público. Sobre el primer punto es importante señalar que las tradiciones no son perennes e inmutables. Toda sociedad vive procesos de cambio en las que muchas cosas mueren y otras nacen. Es un proceso natural que se lleva consigo a muchas tradiciones, las cuales suelen ser sustituidas - no siempre - por otras que hablan de una evolución social, y esta sustitución suele darse en función de aspectos que sobre todo tienen que ver con el bien común. La tradición misma del Carnaval de Mérida ha ido cambiando: de ser una fiesta de los barrios de la ciudad, se convirtió  en una serie de desfiles por las principales calles meridanas, hasta pasar a ser la locación de una de las cantinas temporales más grandes del sureste de México.
En nuestros días su cambio de sede tiene que ver  sobre todo con ese concepto que al yucateco parece no importarle: "el bien común". Las afectaciones a terceros,  el deterioro a zonas patrimoniales de la ciudad - que hasta el momento no había sido irreversible, pero que no estaba a gran distancia de serlo - y las pocas garantías de seguridad que el Paseo de Montejo ofrecía, pedían a gritos desde muchos años su movimiento a otras zonas de la ciudad cuyas características permitieran un mayor control de la fiesta. Si, control. Por que si bien es cierto que todos tenemos el santo derecho a emborracharnos y a darle rienda suelta a los placeres de la carne durante los días de carnaval, es responsabilidad de la autoridad garantizar la seguridad de todos los asistentes a un evento masivo como lo son carnestolendas, y era cada vez más complicado garantizar tal seguridad en un lugar que no está diseñado para recibir grandes cantidades de personas como lo es el Paseo de Montejo. Su traslado a un sitio diseñado para tal motivo, incrementa la certidumbre de que se disfrutará sin sufrir ningún tipo de daño, tanto físico como material.
El otro punto es la apropiación del espacio público, en este caso del Paseo de Montejo. Respecto a esto plantearía algunas preguntas: ¿Se trataba realmente de un acto de tal naturaleza?, ¿Se da tal apropiación cuando ésta no se da forma espontánea, sino que es promovida sobre todo por la iniciativa privada, en particular por las cervecerías?. Yo diría que no. Desde mi perspectiva la apropiación del espacio público de manera democrática se genera de manera espontánea y desde la ciudadanía, no desde la convocatoria a un evento que está planeado para generar grandes multitudes.

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En meses recientes los yucatecos hemos sufrido de: aumentos en las tarifas de un pésimo servicio de transporte público, calles destrozadas por los baches, supuestos actos de corrupción por parte de funcionarios y otras linduras similares. ¿Hemos protestado? No, por el contrario seguimos tolerando con la cabeza baja tales abusos prácticamente sin chistar, o si lo hacemos  solamente es de dientes hacía adentro. ¿Cómo explicar entonces lo sucedido el martes pasado cuando tres pseudo comediantes aprovecharon su poder de convocatoria para llamar en redes sociales a protestar con un "carnaval alterno" en Paseo de Montejo? La respuesta es muy triste: en Yucatán la cultura política de la mayoría de la población es prácticamente nula, inexistente. 


Es innegable que los manifestantes del martes pasado hicieron un uso legítimo de su derecho a la protesta. Nadie puede negarles, ni impedirles el derecho a salir a la calle a defender una idea por más idiota que ésta sea. Como sea, han cumplido con un cometido muy importante: reafirmar que el carnaval no puede regresar al Paseo de Montejo: éste quedó hecho un auténtico cochinero y el tránsito vehicular fue desquiciado sin justificación válida alguna. Porque una cosa es salir a las calles a manifestarse por temas que tienen que ver con el bien común y otra muy diferente por una cuestión en extremo egoísta como lo es el embriagarse en la vía pública. 

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Vi una entrevista en la televisión local. Atrapada al interior de su vehículo, una mujer esperaba a que los manifestantes Pro - Carnaval en Montejo despejaran la avenida para poder continuar con la circulación. El reportero le pidió su opinión sobre en donde deberían realizarse los festejos meridanos y su respuesta fue - palabras más, palabras menos - la siguiente: "debe llevarse a cabo en donde se afecté al menor número de gente, porque quien quiera celebrar el carnaval lo puede hacer donde sea". Cuanta razón. 
En Campeche por años el Carnaval se celebró en el centro histórico. Posteriormente lo cambiaron al Malecón, lugar en el que la gente festeja con un ánimo increíble. Supongo que en algún momento, si es que la ciudad crece, los campechanos van a mover a su Carnaval de sitio y lo van a seguir disfrutando como siempre lo han hecho, pues al final se trata de eso: de divertirse en donde sea, al ritmo que sea y en las condiciones que sean. En Yucatán quizá deberíamos aprender algo de eso.

Así las cosas hoy miércoles...

Salud pues......