Las canciones, las buenas canciones, son aquellas que cuentan historias con las que sentimos empatía. Son esas cuyas letras dicen algo importante, que nos envuelven en emoción, que hacen que emulemos otros tiempos o que pensemos en el futuro como algo tangible y quizá maravilloso. Hay autores que de alguna forma u otra han plasmado en su música todas esas sensaciones, cuyas canciones son parte importante de cientos o miles de acervos personales. Canciones que han dejado de ser de ellos, para ser de todos esos que en sus letras encuentran algo para decir. Entonces esos autores, esos músicos, se convierten en algo más que un artista al que admiramos. Se convierten en amigos, en cómplices, en artífices de sensaciones que van del amor al desamor, del encanto al desencanto, de la amistad al rompimiento.
Fernando Delgadillo es uno de esos autores. Alguien cuyas canciones tienen representatividad en la vida de muchas personas, que cuentan historias universales que con el paso del tiempo se han convertido en individuales. Por que cada uno de los asistentes a su concierto del viernes pasado en la ciudad de Mérida, seguramente se han sentido representados por alguna de sus canciones. Por eso desde que Delgadillo entra al recinto que le espera, los asistentes le reciben como a un amigo. Y él lo sabe. Lo sabe cuando toma a la guitarra cómplice y de sus dedos surgen los primeros acordes de alguna de sus historias musicalizadas y desde algún lugar del pequeño salón en el que se realiza el recital, surge la primera exclamación exigiendo esa historia con la que la autora del grito seguramente se identifica. Es apenas la primera de muchas peticiones. El volumen de la mismas irá aumentando en el desarrollo de la velada.
Pero Fernando es de esos amigos que saben manejar con exactitud el tiempo. Advierte que la primera hora del concierto será para él y durante la segunda se dedicará a complacer - !oh!, hermanos - a las peticiones. Se adueña del pequeño escenario y crea una atmósfera especial, diferente. Cuenta historias, ríe y hace reír. Es evidente que disfruta lo que hace y que el pequeño espacio del centro cultural Dante le sienta bien.
La primera parte consta de muchas canciones nuevas. De esas que aún están saliendo de la envoltura y que por ende todavía no son parte importante de la historia personal de la audiencia. Lo serán, hay que darles tiempo. Y eso es lo que Fernando pide: tiempo. Tiempo para presentar esas nuevas propuestas. Y para cantar algunas de las canciones que han abandonado su propio barco para asentarse en la costa de la imaginación de sus escuchas. Así surgen "Entre Pairos y Derivas" o "Bienvenida". En el medio de lo desconocido, surgen para ir creando catarsis entre espectadores y un artista que maneja el tiempo de su presentación con experiencia, sabedor de cuando tocar esa canción que los amigos le van pidiendo.
Y Canta, cantamos; ríe, reímos; cuenta historias, escuchamos; y así pasa la primera hora. Los gritos pidiendo canciones van in crescendo y finalmente llega ese momento. Fernando escucha las peticiones y cuando complace, la persona que ha pedido siente que es para él o ella. Y agradece ya no al artista, sino al amigo que ha sabido plasmar en dos minutos toda una historia de vida.
Yo pido una - "A la Pirámide del Sol" - Pero mi grito es el único. Son más aquellos que piden "Amor de Voceador", "Hoy ten miedo de Mí" o "Ay Amor" Todos serán complacidos. Y a mí, al final no me importa escuchar aquellas y no la que yo he pedido. Por que soy feliz mirando la felicidad de quienes me rodean. Porque algo es real en ese momento: por un momento el egoísmo ha muerto y la felicidad de uno es la de todos. Porque las canciones de Fernando logran lo que los buenos amigos hacen en momentos complejos: que el mundo parezca un lugar mejor.
Todo termina, y cuando Fernando se despide sabemos que regresará. Porque los buenos amigos siempre encuentran el camino de regreso. Porque seguirá escribiendo historias que contarán la nuestra. Porque quizá en algún lugar alguien evocará a esa noche de viernes con una de sus canciones y una sonrisa se le dibujará en el rostro y entonces la música - la buena música - habrá cumplido su cometido.
Así las cosas hoy domingo...
Salud pues.......
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