viernes, junio 29, 2007

Del momento climático 8....

Seven Readers!!

Todos en la vida tenemos momentos decisivos. Lo complicado, a veces, es saber con exactitud cuando se da uno de estos. En 1982, yo asistí a uno de los míos. Ocurrió en una sala de cine, en viejo cine del centro de la ciudad de Mérida que hoy está ocupado por una tienda enseres domésticos de esas en las que se paga por abonos chiquitos. Era el viejo cine Cantarell. Una preciosa y monumental sala, con una pantalla enorme y con estatuas griegas en sus paredes. Tenía también un amplio y largo balcón, desde el que se podía ver aún más cerca la pantalla. Un cine con personalidad, no como los de los complejos modernos que son todos prácticamente iguales y en donde abundan los patanes cinematográficos entrenados en la cultura de las palomitas.
Una tarde otoño de aquel año, 4 niños (y una mamá), todos alumnos de primaria del Colegio Americano, entraron a la sala con el propósito de mirar una película de la cual todos en la escuela hablaban. Ninguno tenía la más remota idea de que el filme había recibido más de 17 minutos de ovación, al término de su proyección en el festival de Cannes (es más…ni siquiera sabían que era y donde estaba Cannes) o que había roto todos los récords de taquilla en el mundo entero. Simplemente iban ahí, por que era la película infantil más comentada y había que verla.
Yo era uno de esos niños. Recuerdo haberme comprado en la dulcería (con los 7 pesos que me dio mi mamá) unas fantásticas grajeas de chocolate marca Escalona y un refresco. Después de mirar el noticiero (en esa época en todos los cines pertenecientes a COTSA, pasaban un noticiero cinematográfico, cortesía de Demetrio Bilbatúa) y un par de cortos que no recuerdo, finalmente la película empezó: E.T. de Steven Spielberg
Hay momentos que me vienen aún a la memoria: fue tal vez la primera película que ví de principio a fin sin pronunciar ni una sola palabra, fue la primera cinta que me sacó lágrimas en el cine, pero sobre todo fue el primer filme que miré y que me hizo preguntarme constantemente ¿Cómo lo hacen? Esa pregunta rondó por mi cabeza durante toda la proyección y al final de la cinta. Tardé más de veinte años en responderla. Y hoy, cuando tengo todos los elementos para hacerlo, cuando sé exactamente cómo se hace, aún recuerdo aquella tarde de otoño en la que supe que había quedado enamorado para siempre de eso que llaman cine, y esa tarde, aunque no estaba muy consciente de ello, supe que el resto de mi vida estaría dedicado a resolver esa pregunta. Ahora, no solo la resuelvo, sino que comparto con mucha gente y por diversos medios, el producto de esas resoluciones.
Hubo muchas escenas que resultaron climáticas: el vuelo en bicicleta, la muerte y posterior resurrección de E.T., la borrachera de Elliot y tantos más. Pero ninguno como el final del filme.
Después haber pasado por un sin fin de vicisitudes, el pequeño y simpático extraterrestre dedicado a la botánica, ha conseguido su objetivo: ha llamado a casa y vienen a rescatarle. Han evadido para ello a todos los servicios de seguridad del gobierno y ahí está, frente a la nave espacial que le espera para regresarle al planeta de origen. Elliot (Henry Thomas) el chico que le ha ayudado en su periplo por la tierra, le mira con desconsuelo. Ambos, expresan el dolor por la partida con un simple “ouch”. Al fondo los padres de Elliot, Mary (Dee Wallace) y Keys (Peter Coyote), miran la escena con emoción. Lo mismo hace la pequeña Gertie (Drew Barrymore) quien presa de las lágrimas se aferra a su hermano mayor Michael (Robert Macnaughton). E.T. y Elliot se abrazan, y cuando están por despedirse el alienígena exclama la sensacional línea: “i’ll be right here”, mientras su dedo - linterna señala el cerebro del niño (un golpe musical acentúa el momento con maestría). Posteriormente toma una planta (finalmente ese era el objetivo de su viaje a la Tierra) y camina por la rampa que le lleva hacía el interior de la nave. Hay un contraluz maravilloso mientras la puerta se cierra y mientras la compuerta del transporte espacial se va cerrando, vemos la figura de E.T. con el corazón al rojo vivo. La cámara regresa al rostro de algunos de los personajes presentes en la escena, mientras miran como la nave, que se ha elevado en el cielo, dibuja un arco iris en la bóveda celeste. La escena terminará con un close up al esperanzado rostro de Elliot.
Dirigida con maestría por Steven Spielberg y con otra excelente y memorable partitura de John Williams…aquí tienen el momento climático número 8: la escena final de E.T., el extraterrestre.





Epílogo: muchos años después, durante el reestreno del filme por su vigésimo aniversario, me descubrí secándome los ojos. No era el único. Muchos otros hombres y mujeres, entrados en la década de los treinta hacían lo mismo. Creo que no llorábamos por E.T., o por Elliot, mucho menos por Gertie. Llorábamos por que habíamos asistido nuevamente a aquel momento en el que nuestras nostalgias empezaron; por que por dos horas pudimos regresar a esos días en los que las preocupaciones no existen, en los que todo resulta mágico. Estaba seguro de que lloramos por nosotros mismos y por lo que, en algún momento, habíamos dejado de ser.

Así las cosas hoy viernes….happy weekend people…

Salud pues……

5 comentarios:

Angie Sandino dijo...

No sabes cuanto me gusta cuando compartes un pedacito de ti, de tus anécdotas, más alla de tus opiniones...

Quien no amó y ama a Elliot y E.T....

Un beso y feliz finde...

: : ~ dijo...

Chispas, me erizé leyendo el post. Saludos.

Kix dijo...

Claro! El noticiero del cine! Qué horror, era aburridisimo, y salía un wey esquiando en el mar... y el intermedio del medio tiempo!!

Anónimo dijo...

Wow! Que lindo post, me emocionó mucho... "Estaba seguro de que lloramos por nosotros mismos y por lo que, en algún momento, habíamos dejado de ser"

Anónimo dijo...

Dave de mi corazón, yo también lloré con E.T., no fui al reestreno, pero con esto: "Llorábamos por que habíamos asistido nuevamente a aquel momento en el que nuestras nostalgias empezaron; por que por dos horas pudimos regresar a esos días en los que las preocupaciones no existen, en los que todo resulta mágico. Estaba seguro de que lloramos por nosotros mismos y por lo que, en algún momento, habíamos dejado de ser.", que es maravilloso, llore de nuevo con E.T. y contigo...
Un Abrazo