martes, septiembre 20, 2005

Del 20 de septiembre...

Seven Readers!!
La mañana del 20 de Septiembre de 1985, me sorprendió despertando en el auto de mi padre camino a la escuela. A mis 13 años, era ya un adolescente más o menos conciente de lo que sucedía a mi alrededor(vamos, ya leía el periódico). La tragedia que se vivía en esos momentos en la ciudad de México, apenas y comenzaba de alguna manera a afectarnos. Esa mañana llegué a la escuela, subí las escaleras hacía mi salón para sentarme sobre mi gran portafolio samsonite y comencé a charlar con otros madrugadores. El tema no podía ser otro: las imágenes que habíamos visto en la televisión un día antes.
Como era el caso de aquel grupo de adolescentes, para muchos mexicanos la tragedia comenzó muchas horas después de las 7:19 de la mañana de aquel fatídico 19 de septiembre de hace 20 años. Recuerdo haber llegado a mi casa la tarde de aquel día y comenzar a enterarme, mientras comía, de lo que había sucedido vía la televisión. En aquel entonces teníamos un primo que vivía en la ciudad de México y que trabajaba en la Secretaria de Marina. No se sabía aún nada de él. Luego nos enteraríamos que estaba en otro lugar al momento del terremoto y que ello tal vez le había salvado la vida. Pero las escenas dantescas que el entonces IMEVISION nos mostraba eran apabullantes. A mi me costaba trabajo creer que todo aquello era real. La ciudad parecía haber sido bombardeada. Por alguna razón, fui a buscar fotos de la segunda guerra mundial y la similitud que presentaba la europa arrasada con la guerra y con lo que se veía en la cd. de México era impresionante. Aún así no comprendía del todo la magnitud de lo sucedido.

Si recuerdo haberme sorprendido por que Televisa no transmitía nada. Supe hasta el día siguiente, cuando su señal regresó al aire, que sus instalaciones de Chapultepec habían sido derrumbadas por la fuerza de la tierra.
Pero no fue hasta esa plática mañanera del día siguiente cuando comenzamos muchos a entender lo que estaba pasando en nuestra querida capital de la República. El grupo de chicos que platicaba a la puerta del 2 - B de secundaria del Colegio Americano, intercambiaba opiniones y rumores sobre lo que había visto u oído un día antes. Lo más sorprendente es que todos conocíamos a alguien o teníamos a algún familiar en el DF y algunos de ellos no sabíamos nada de nuestros parientes que se encontraban en la capital al momento de la tragedia. Tal vez, sin estar aún concientes de ello, fue en ese momento, en ese 20 de septiembre a las 7 de la mañana, cuando medio entendimos de la magnitud del golpe que había acabado de recibir nuestro país pues de alguna manera u otra, todos estábamos relacionados con la capital de alguna forma.
Para nosotros, que estábamos a la distancia, la mañana siguente fue la de la conciencia. En la escuela todos hablaban de lo sucedido. Ese día pocas pelotas surcaron las canchas de basket o de futbol del colegio. Me acuerdo perfectamente de los grupos de alumnos en los que se discutía lo que a había pasado en la Cd. de México. Un intercambio de desinformación fantástico, pero que tuvo un efecto concientizador entre nosotros. No puedo decir que formamos parte del despertar de la sociedad civil en aquel 1985, pero de alguna manera hoy, ya siendo adultos, tal vez muchos mexicanos somos herederos de aquella sociedad anómina capitalina que se formó y organizó para ayudarse mutuamente ante la lentitud de la respuesta por parte del gobierno del gris Miguel de la Madrid.
Los días siguientes fueron de estar pegados al televisor observando. Claramente tengo en mi memoria, spots televisivos en los que se solicitaban donativos para ser depositados en cuentas del hoy extinto Banco del Atlántico. En la Iglesia, unos días después, se organizó una colecta de vívires y ropa. Mi papá compró arroz, leche y alimentos enlatados para llevarlos al templo el siguiente domingo. Una tarde, mi mamá se dedicó por completo a separar ropa en buen estado para añadirla al donativo que haríamos. Recuerdo haber ido a mi clóset a buscar entre mis cosas, algunas prendas para donar. Separé varias playeras entre ellas algunas de mis favoritas. Recuerdo particularmente una que me encantaba y en cuyo estampado presentaba a un pato borracho al que acompañaba la leyenda "i don't do mornings" La doné. También una sudadera blanca que me habían regalado unos americanos a los que hospedamos en casa y que tenía las iniciales de la Universidad de Ohio...muy favorita personal... se fue entre los donativos(recuerdo haber pensado que era importante donar esa prenda, por que seguramente habría frío en la Cd. de México) y así varias camisas y playeras más. No fue mucho realmente, pero hasta la fecha me gusta pensar que alguien pudo vestirse gracias a lo que yo, una tarde de septiembre de 1985, separé en mi casa. Y creo que esa es una de las grandes lecciones de lo sucedido hace veinte años. No importaba desprenderse de cosas importantes para uno, pues lo que realmente importaba, aún a la distancia, era ayudar de alguna forma.
En aquel mes de alguna manera, muchos fuimos solidarios. Tal vez no estuvimos trabajando entre los escombros ayudando en las labores de rescate, pero no hay duda de que gran parte de la población de este país se unió en torno a una sola causa: ayudar al prójimo.
Quizá esto se lea como un cliché pero no encuentro otra mejor manera de expresarlo: un nuevo México surgió de entre las ruinas dejadas por los terremotos del 85. Un México que se manifestó con fuerza en la fraudulenta elección del 88 y que hoy continúa pujando hacía su transformación en un país más justo.
Diez años después, estudiaba y vivía en la ciudad de México. Estaba en mi penúltimo año de la carrera y conocí entonces muchas historias de gente que estuvo presente en la ciudad durante los sismos. Recuerdo siempre, cuando iba al centro, detenerme ante algún edificio que parecia presentar huellas del temblor. Todavía entonces quedaban muchos (aún quedan increíblemente) como testigos que nos recuerdan lo vulnerables que somos antes la fuerza de la naturaleza. Hace 10 años viví en el mismo lugar de los hechos, la conmemoración de la primera década de los sismos del 85. Hoy, 10 años más tarde, la vida me ha traído de regreso a Mérida. No sé donde estaré dentro de 10 años (o si todavía estaré) pero lo cierto es que nunca voy a olvidar aquellas imágenes, aquellos días. Esos días en los que todos fuimos uno y uno fuimos todos. Esos dolorosos días en los que incluso una mañana como hoy hace 20 años, unos adolescentes cambiaban los juegos y las bromas por intentar tener una plática seria y, sin saberlo, por primera vez una charla con un contenido social que luego nos transformaría para siempre.
Buen martes....mis estimados Seven Readers...

3 comentarios:

Alfredo Mora dijo...

Parece imposible que los que analizamos -o pretendamos analizar- todo hecho social desde una visión política, desliguemos el 85 como acontecimiento que colaboró a resquebrajar el sistema político.
Desde luego que existe la relación entre el 85 y sucesos políticos como el 88.
En lo que no estoy de acuerdo es en aceptar que el 85 haya sacudido las conciencias y que tenga como resultado el tránsito hacia un país más justo.
El 85 dobló al árbol, pero no lo cortó de raíz.
Sobrevivien las mismas formas políticas, que hacen del 85 una bandera electoral.
El perredismo en el DF es ejemplo claro; organizaciones corporativistas como Asamblea de Barrios y los grupos de Bejarano y Dolores Padierna demuestran que el 85 no es un baluarte de la organización social, sino la forma en que algunos políticos pueden adueñarse hasta de la desgracia.
Saludos.

Anónimo dijo...

Bueno, pues difiero del post anterior. Yo sí creo que el terremoto sacudió algo más además del suelo. No estoy hablando de algo grande y no creo que David haya asumido en este post que fue algo revolucionario. Simplemente fue algo pequeño que actuó, quiéranlo o no y para bien o para mal, con un efecto de ficha de dominó o de bola de nieve: un efecto mariposa.


Yo vivía entonces, y sigo viviendo, en la Ciudad de México. En el sur, lejos del centro. Aún así recuerdo el suelo moviéndose como serpentina, cuadros con todo y clavos saltando de las crujientes paredes. Fue la primer vez que supe que la tierra podía rugir de tal manera. Nunca olvidaré ese sonido.


Tampoco olvidaré nunca el olor que cubrió la ciudad durante semanas.

O el valor de miles de personas que inmediatamente salieron a la calle a ayudar, ni los aplausos que se escuchaban cada que sacaban a alguien vivo de entre las ruinas.


En fin, que más allá de números y efectos políticos, esto trata sobre gente, mamás, papás, hijos, amigos: gente que ya no está y gente que está gracias a otra gente (pongan aquí de fondo a Barbra Streisand!!! :P).
Clau

David Moreno dijo...

Mi estimado Alfred:
Creo que coincidimos: El árbol se dobló, pero aún nos falta un camino muy grande para cortar a la raíz. Es a lo que yo me refería: estamos en el camino, pero todavía nos falta mucho...muchísimo para hacer de México un país mucho más justo. Y creo que en gran medida eso empezó en el 85. Por lo menos para mi generación, pues para otras había comenzado mucho antes (pienso evidentemente en junio del 71 y en octubre del 68) Son momentos importantes para nuestra historia en términos de adquirir una nueva conciencia colectiva sobre nuestra realidad nacional..

Clau: concuerdo contigo....(pongo a Barbra Streisand)...

Saludos muy cordiales a ambos...