martes, abril 24, 2012

De Tauromaquia...

Seven Readers!...

Hago una declaración aventurada: disfruto de la fiesta de los toros. No me considero un conocedor, en realidad soy un villamelón que se ha emocionado más de una vez con alguna gran faena. Cuando vivía en el DF fui un par de veces a la Plaza México: ambiente espectacular, comida deliciosa y una sensación de que se está ante un ritual con características culturales únicas que generan, sin duda alguna, identidad. Pero, ¿por qué esa declaración es aventurada? Porque en la lógica de muchos anti taurinos esa declaración me convierte en una persona propensa a la violencia, un ser incivilizado e inhumano que sacia su sed de sangre al asistir a una corrida de toros, alguien que debería sufrir lo que un astado sufre en el ruedo al ser masacrado violentamente por un matador. En nuestros días, ser aficionado a los toros se está convirtiendo en un asunto políticamente incorrecto, cuestionable y que genera una dudosa reputación entre un sector de la población anti taurina y que se asume como mayoría sin tener datos concretos de que realmente así es (yo tengo la impresión de que la gran mayoría de la gente mantiene una posición de indiferencia respecto al asunto).
El tema de los toros comienza a desatar pasiones que a su vez generan extremismo. Y cuando el extremismo se presenta la razón desaparece. Esa ausencia de razón se encuentra tanto en quienes defienden a la fiesta, como en quienes piden su abolición; algo que me parece hasta cierto punto natural pues los debates en torno a cuestiones de orden moral suelen - erróneamente -  estar cimentados en la pasión que se desprende de la ignorancia y me parece que aquí, tanto taurinos como antitaurinos, se niegan a tratar de comprender las razones del otro: los taurinos cegados por su fanatismo ignoran algunos argumentos realmente poderosos que tienen aquellos que piden la abolición de las corridas de toros; y por otra parte, los antitaurinos desconocen por completo aquello que están tratando de prohibir, lo que genera que gran parte de sus argumentos se pierdan entre una marea de ideas absurdas sobre lo que es en si una corrida de toros.
Pero ambos ignoran el punto central del debate:




El debate en torno a las corridas de toros, es un debate en torno a la libertad de decisión inherente a cada individuo. La libertad de asistir a un espectáculo, tradición o como quieran llamarle es un asunto personal y en el que el estado no puede, ni debe tener injerencia. Fernando Sávater es muy claro en este sentido:

La asistencia a las corridas de toros es voluntaria y el aprecio que merecen optativo para cada cual. Comprendo perfectamente que haya quienes sientan rechazo y disgusto ante ellas, como a los demás nos pasa ante tantos otros espectáculos, hábitos y demostraciones culturales. Pero que eso faculte a las autoridades de ningún sitio para decidir desde la prepotencia moral institucionalizada si son compatibles o no con nuestra ciudadanía resulta un abuso arrogante

En un país como México, un país en el que las libertades se han ido ganando con mucho esfuerzo, una prohibición tajante en un asunto como el de los toros, significaría un retroceso de carácter democrático, una negación al derecho de cada individuo de decidir sobre su propios gustos, sobre su libertad, sobre sus principios. Mucho más cuando el tema está siendo usado como bandera electorera por políticos que ven en los anti taurinos a posibles votantes.
Yo estoy seguro que las corridas de toros tienen los días contados. La afición va decreciendo por muchas razones: violaciones al reglamento taurino, preponderancia de otro tipo de espectáculos y - por supuesto - el éxito que han tenido las campañas que luchan por los derechos de los animales. En unos años más, las corridas de toros serán parte de la historia de nuestro país, serán un recuerdo del que podrá leerse en algunos libros y recordado por el arte pictórico, literario y musical que han generado. Muy poca gente va a extrañar a la fiesta brava y los anti taurinos tendrán finalmente que preocuparse por que hacer con los pocos los toros de lidia que sobrevivan hasta su total extinción (extinción que no significará ningún tipo de tragedia ecológica: tampoco vamos a echar de menos, como especie, al toro de lidia). Las corridas de toros tienen que terminarse de manera natural y no por una prohibición emanada de la autoridad, pues no es aceptable que un grupo imponga su voluntad por sobre la de otro, particularmente en un asunto en el que la libertad individual es la que está en juego.

Así las cosas hoy martes...

Salud Pues.......

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