Dicen que para conocer al monstruo hay que mirar hacía sus entrañas. En el libro "Disparos en la Oscuridad", Fabrizio Mejía Madrid, le brinda al lector la oportunidad de acercarse a uno de los monstruos más temibles de la historia política mexicana: Gustavo Díaz Ordaz, el presidente represor del 68.
Leer el libro es conocer la biografía de un hombre indispensable para entender al manejo del sistema autoritario, corrupto, que fue instalado por el PRI durante 70 años. Mejía Madrid dibuja con gran virtud a un hombre que se convirtió en la mejor ilustración de la clase política mexicana, particularmente aquella emanada de la dictadura perfecta ejercida por los miembros de la "revolución institucionalizada". Para el autor, Díaz Ordaz era un hombre inseguro, acomplejado por su físico, que creía que la realidad estaba en los papeles. Un político que desde los inicios de su carrera estuvo ligado a movimientos represivos. Primero en contra de las organizaciones sindicales independientes - enemigos de la nación, simplemente porque no estaban nmersos en el sindicalismo partidista - y posteriormente de mujeres, niños y jóvenes en la Plaza de las Tres Culturas, en esa terrible tarde del 2 de octubre del año olímpico mexicano.
Díaz Ordaz es el fiel reflejo del personaje gris que de pronto - por suerte, por habilidad política, por relaciones - llega a la presidencia del país con una misión: salvar a México a pesar y a costa de los mexicanos. Un hombre que creía firmemente en su partido, el PRI, y en la mano dura para rescatar a México "de las fuerzas externas que podían ponerlo en jaque". Un presidente que no dudó en utilizar a la fuerza como medio de legitimación del poder. La carrera de un personaje inserto en un sistema diseñado para encumbrar al servilismo, algo que entiende Díaz Ordaz desde sus orígenes políticos en Puebla. Quien se empeñe en tratar de destruir a ese sistema es simplemente un enemigo del país, lo fueron los obreros de su primera represión en un latifundio de caña de azúcar en Puebla y por supuesto lo fueron los estudiantes masacrados en la Plaza de las Tres Culturas.
Un fragmento del libro:
Díaz Ordaz, que está recién bañado y cafeteado para salir al balcón de Palacio Nacional a saludar a losauténticosmexicanos, a los que sí responden a sumano tendida, baja al patio, sin lentes, los ojos refulgentes, y le ordena a su Estado Mayor que vuelva a salir, ahora a desalojar a los empleados de su propio gobierno. No le cabe la ira. Los tanques arrasan con los propios trabajadores de su sexenio, al que le faltan dos años, una Olimpiada y un Mundial de Futbol, pero que parece desvanecerse en el aire. Él ya no lo ve, pero los burócratas comienzan a jugar a torear a los tanques. Los estudiantes, que no se han ido del todo, se sacan los suéteres y se unen a la corrida. El jefe del Estado Mayor Presidencial, José Luis Gutiérrez Oropeza, parado en la puerta del Palacio Nacional mira eso y le dice a Francisco Quiroz Hermosillo, otro general:
–Esto ya valió madres. No sólo no nos tienen miedo, sino que ahora, hasta somos su burla.
Cuando Díaz Ordaz recibe los informes del fracaso del desagravio a la bandera, no da manotazos, ni insulta a nadie. Le da cuerda a su reloj. Ha llegado el tiempo de renovar el miedo.
Fabrizio Mejía Madrid es poseedor de una narrativa impecable. Y esa virtud la despliega para contar con gran habilidad la historia de un personaje que alcanzó la cúspide del poder, pero que terminó muriendo como basura, acusado, señalado y solo; abandonado por ese sistema del que fue artífice.
Es un libro indispensable para entender como funcionó la "revolución institucionalizada" del PRI, cuales fueron sus costos y - sobre todo - como se desarrolló esa clase política que hoy amenaza con regresar al poder.
Un logro...
Así las cosas hoy sábado..
PS1...El desplome del helicóptero en el que viajaba el Secretario de Gobernación, ha golpeado al país, pero especialmente al presidente Felipe Calderón. Al final de su Sexenio, Calderón se va quedando solo. La tragedia de Blake Mora - y la enfermedad de Alonso Lujambio - se convierten en auténticas lozas para un presidente arrinconado por sus propias decisiones y que llega al último año de mandato con muy poca credibilidad. Calderón cometió el grave error de asumir - durante su mensaje a la nación con motivo de la tragedia del helicóptero - que el accidente fue producto de las condiciones climatológicas, descartando así - sin investigación de por medio - cualquier otra causa posible y alimentando aún más a los teóricos de la conspiración.
Salud pues.......
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