sábado, julio 31, 2010

De las Crónicas Chiapanecas (II)...

Seven Readers!!

Caminar por San Cristóbal de las Casas durante la noche es una experiencia fascinante. Han cerrado. Las autoridades municipales han tenido el acierto de cerrar varias calles del primer cuadro al tránsito vehícular creando un delicioso corredor turístico en el que se respira una total y asombrosa diversidad. A diferencia de otros lugares de la República, la noche coleta está llena de seres que proceden de los más diversos bagajes, lo que le brinda a la ciudad de un aire único e inigualable. Uno puede sentarse a tomar una taza de café o una copa de vino - en alguno de los múltiples lugares que el corredor posee para ello - y mirar por un buen tiempo a la fauna humana que se mueve por las calles San Cristobalinas y reafirmar que en nuestras diferencias se encuentra nuestra mayor riqueza.




Así mismo es un lugar de contrastes en el que la opulencia de los restaurantes internacionales se mezcla con la pobreza de cientos de vendedores ambulantes - la mayoría de ellos de procedencia indígena - que aparecen a tu lado para ofrecerte productos de corte artesanal. "No gracias" será la frase que utilizarás con mayor frecuencia durante tu andar por las calles de San Cristóbal de Las Casas.
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La mañana me sorprende cruzando la nueva y moderna autopista de cuota que une a San Cristóbal con Tuxtla Gutiérrez. Atrás ha quedado la vieja y sinuosa carretera libre en la que en cada curva uno podía ver pasar su vida entera. Me dirijo al Cañón del Sumidero, una de las maravillas naturales más increíbles que existen en nuestro país. Recorrerlo es una experiencia fascinante en la que uno tiene la seguridad de que su capacidad de asombro será renovada con cada segundo que se pasa en el Cañón.
La camioneta tipo "van" que lleva a mi grupo se detiene en uno de los embarcaderos. Con nosotros viaja una familia catalana con la que entablo rapidamente amistad, es fácil hacerlo cuando se es fanático del Barcelona. Mis nuevos amigos catalanes recién han llegado a México y sienten aún los estragos del "jet lag". A pesar de ello traen buen ánimo y parecen estar dispuestos a dejarse llevar por los encantos de la maravilla natural con la que están a punto de enfrentarse.
Ya en el embarcadero tenemos contacto con el caudaloso Río Grijalva. Sus aguas tienen un color café producto de la tierra que arrastra desde su nacimiento en las montañas guatemaltecas. Nos subimos a una lancha con capacidad para unas 40 personas que han adoptado un extraño color naranja producto del reflejo de los chalecos salvavidas con los que nos han provisto los encargados del lugar. A mi lado se sienta una chica guapa y con un perfume encantador. Me entero que es francesa y de padres españoles - su castellano es perfecto - y que visita nuestro país por primera vez. Creo que voy de gane: estoy por visitar el Cañón el Sumidero y lo haré junto a una chica que trae consigo un perfume delicioso.

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La lancha se mueve con potencia sobre el afluente del Grijalva y nos lleva hasta la entrada acuática del parque nacional que alberga al Cañón del Sumidero. El Cañón tiene la particularidad de hacer que quien lo visita adquiera conciencia de cuan pequeño e insignificante es. Deja la certeza de que el universo actúa con indiferencia hacía nosotros los humanos mientras crea espectáculos tan impresionantes como el que ahora se yergue sobre nuestras cabezas. Otra certeza: si nosotros le somos indiferentes al universo, éste no puede serlo para quienes habitamos en él. La belleza natural del Cañón es empañada por una enorme cantidad de basura que se acumula en una parte del río que carece de corriente. Hemos comenzado con su destrucción algo que aún puede revertirse si se toman las medidas necesarias, si tomamos conciencia y hacemos que otros la tomen.




El mal trago que causa el lento paso de la lancha por el lecho del río lleno de basura, es realmente amargo. Aún así, el Cañón mismo, su flora, su fauna y el viento fresco que impacta contra nosotros nos vuelven a llevar a un estado de infantil asombro.
Mi nueva amiga francesa y yo comenzamos a tratar de descubrir a las formas que, según nuestro guía, ha formado la naturaleza caprichosa en las faldas de las montañas del cañón pero estamos ciegos o nuestra imaginación nos juega una mala pasada pues dónde él ve a un Cristo yo veo a un Batman, dónde él ve a una Virgen, nosotros no vemos más que un triángulo. Lo que si podemos ver es a pequeños cocodrilos siento criados por su madre, a pelícanos que con orgullo nos miran desde ramas que alzan a más de 300 mts de altura, el espectáculo natural resulta apabullante.

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El recorrido llega a su final y cuando se ha completado la travesía por el Cañón del Sumidero se tiene la conciencia de a veces la fortuna puede sonreírte pues se ha estado en un lugar único e incomparable, una auténtica maravilla de nuestro país y del mundo entero.
Nos despojamos de nuestro atuendo naranja y busco a mi compañera francesa con el ánimo de despedirme de ella y de preguntarle su nombre. No puedo hacerlo, porque una señora cae junto a mi al bajarse de la lancha y al ayudarla, la chica francesa se pierde entre la multitud. La busco sin éxito alguno. Lo curioso es que en mi memoria inmediata yacen dos cosas: el punto más alto del Cañón del Sumidero y el aroma del perfume de mi acompañante accidental.
Pero una esperanza se prende en mi mientras tomamos la carretera que nos lleva al pueblo de Chiapa de Corzo: que cuando ella regrese a Francia y miré la foto que le tomé, recordará por un instante al tío calvo con el que nunca pudo encontrar a las figuras de los guardianes del Cañón del Sumidero que - según dice la leyenda - vigilan la entrada de ese lugar lleno de magia natural.

Así las cosas....en este día...

Salud pues......

1 comentario:

Rigel dijo...

Te faltó poner una foto de la chica.