Seven Readers!!....
Tal vez fue un golpe de nostalgia o uno de esos momentos que suceden por azares de eso a lo que a muchos poetas les gusta llamar destino. No lo sé, pero a veces uno suele hurgar en los recuerdos a través de una buena cantidad de objetos, libros, fotos, discos. Conservamos todas estas cosas porque más allá de lo que significan en términos materiales, está una carga sentimental que nos remite a cuando éramos otros.
Serrat suele llamarle "Aquellas pequeñas Cosas".
Hace un par de días estaba buscando un antiguo libro de los días universitarios con el objeto de recomendarlo a algunos compañeros de trabajo. Y, como era de esperarse, cada uno de esos libros inmediatamente trajo consigo una serie de rostros y de historias que forman parte de mi acervo de recuerdos personales. A mi mente llegaron situaciones de los tiempos de la Universidad que hoy son inolvidables, como aquella tarde en la que el maestro colombiano de redacción me sacó del salón por gritar ¡basta! como degenerado al mismo tiempo que agitaba de manera triunfante el papel que me acreditaba como el ganador de la secreta competencia que se desarrollaba en plena clase. O aquel examen con uno de esos maestros que terminan por cambiarte la vida en tan solo un trimestre, en el que todo el salón corrió para poder llegar a la puerta mientras él corría para impedirnos la entrada. Parecía que al hojear cada uno de esos viejos libros, un recuerdo brotaba de manera inmediata de cada página; recuerdos de aquellos tiempos en los que pensaba que podíamos ser eternos.
En eso andaba cuando de pronto, de aquellas páginas cayó al piso un pedazo de papel. Al levantarlo pude darme cuenta de que se trataba de una nota que me felicitaba por mi cumpleaños de 1992 aquel año en el que cumplí 19 años, aquel que fue mi primer cumpleaños en una ciudad lejana y que todavía era demasiado extraña. En el papel se leía: "David, aunque no te conozco bien, quiero desearte un feliz cumpleaños. Espero que te la pases extraordinariamente y que todos tus deseos se cumplan. De todo corazón: Paulette".
Y entonces recordé un rostro y una situación de hace ya tantos años. Recordé a aquella muchacha bonita, con los ojos tristes y el cabello largo y lleno de rizos, con una bella piel color blanco y salpicada con deliciosas pecas. Esa chica que solía sentarse sola en un rincón del salón de segundo trimestre y que sonreía timidamente cuando alguien le llamaba. Aquella muchacha que no parecía encajar en esa jungla de maravillosa diversidad que era en esos años la UAM - X. Paulette no hablaba mucho, pero siempre invariablemente me dirigía una sonrisa. Y yo, como buen pelmazo de 19 años, solamente le sonreía con cierta timidez. Nunca me acerqué a ella, nunca tuve el valor o la inteligencia suficiente para hacerlo.
Pero por alguna razón, en ese cumpleaños me dió esa nota. El recuerdo del momento de la entrega llegó de manera inmediata: estaba sentado en el edificio central del campus universitario justo frente a lo que entonces era la Galería del Sur (ignoro si aún sigue llamándose así) ya se sabía que era mi cumpleaños y algunos compañeros me felicitaban. Nunca vi que en que momento Paulette se acercó a nosotros, pero recuerdo haber sentido en mi hombro el contacto de una mano. Volteé y allá estaba ella, con su tímida sonrisa y sus ojos tristes. "Felicidades David" - me dijo al mismo tiempo en que me daba un cálido abrazo. "Gracias" - contesté seguramente. Paulette me dió entonces la nota que casi 20 años después me hizo recordarla. La leí, la miré y sonreí nuevamente como un pelmazo de 19 años. Alguien me jaló y lo último que recuerdo es a Paulette sentada en una de las bancas, solitaria, mirándome con esos tristes ojos y su dulce sonrisa mientras yo me empeñaba en continuar siendo un joven inmaduro. Unos días después Paulette se dio de baja de la Universidad. Alguien me lo dijo y yo pensé que era una pena, que nunca pude despedirme de ella y mi vida siguió como si nada hubiese pasado. Supongo que la de ella también.
Pero hace un par de noches, Paulette regresó por un momento a mi vida y lo hizo a través de esa nota. Y entonces comencé a pensar en que estaría haciendo ahora, como había resultado su vida. Si era feliz y si conservaba aún esos ojos tristes, ese cabello largo y lleno de rizos, esa dulce sonrisa. Evidentemente nunca lo sabré. Pero por un momento me puse a pensar en que encontró su verdadera vocación fuera de la UAM, en que ha tenido una larga vida y que en algún momento también recordará que escribió una nota llena de amistad para un post adolescente inmaduro que aún iniciaba su vida en una ciudad distinta.
De vuelta al presente miré la nota y la regresé nuevamente al libro de donde había salido para archivar el recuerdo en lo más profundo de mi memoria. Y tal vez, dentro de algún tiempo, tendré la necesidad de regresar a mis viejos libros, a mis pequeñas cosas y a mi acervo de recuerdos. Entonces la nota aparecerá de nuevo y con ella vendrá el recuerdo de aquella chica de los años universitarios, aquella con la que quizá sin saberlo compartí tantos momentos, aquella que quizá por un par de semanas fue mi cómplice en secreto. Aquella chica de los ojos tristes que según recuerdo solía llamarse Paulette.
Así las cosas hoy jueves...
Salud pues......
3 comentarios:
Qué bonito relato! me recordó a un maestro de la universidad muy importante para mí... que ayudó a que amara a mi carrera y pudiera definir el quién soy y el qué hago aquí...ese maestro usted ya lo conoce. Saludos y mucha suerte y éxito a Paulette... dónde quiera que esté...
Atte. Ell Reyes García
Hola, soy Karime, de Veracruz... Descubrí tu blog buscando una foto de Ninel Conde para incluirla en el periódico donde trabajo y pude leer tu relato sobre el cineasta que la quería de protagonista... Desde entonces te busco, afortunadamente estás ahí, sobre todo hoy, con este remolino de emociones y sabores que invitan al recuerdo.... Espero leerte pronto... bye
David :
Es curioso como un recuerdo ajeno puede tomarnos de la mano y lanzarnos a un cúmulo de emociones propias. Como tu, yo también tuve una Paulette en mis años universitarios , y de igual manera participe en jolgorios secretos en el salón de clases. Sin embargo, a 15 años de la etapa mas radical de mi vida , no puedo evitar un nudo en la garganta al recordarme como un inconsciente chico de 19 años, esforzandome al máximo para ser un experto en comportamiento inmaduro....gracias por los recuerdos.
Publicar un comentario