Seven Readers!!
The Following took place between 10:55 am 11:15 am, last Saturday...
Parecía ser un día común y corriente. Un sábado como cualquier otro en el que uno decide darse una vuelta por el centro comercial meridano conocido como la Gran Plaza, en busca de obtener información sobre precios de algunos productos. Ahí estaba yo. Vestido más informalmente que de costumbre: Pantalones tipo Capri, una playera blanca y mi viejo par de tenis Reebook. Iba con toda la calma del mundo observando aparadores y preguntando sobre varios artículos que despertaban mi atención. Compré unas galletas de chocolate y seguí en el peregrinar comercial. Y entonces sucedió. Fue completamente inesperado y sorpresivo. Caminas con calma un momento y al otro, tu cuerpo se sacude en una serie de espasmos de carácter casi sobre natural que terminan por estacionarse en los sitios más recónditos del intestino grueso. Es uno de esos momentos en los que una completa sensación de urgencia se apodera de todo tu ser y que puede resumirse en una frase: vas o vas.
Así que fui. Mis pies se pusieron en rápido movimiento e identifiqué el sanitario más cercano. Crucé sin mirar a la puerta y entré velozmente y puse el seguro a una de las puertas que conducen al nirvana escatológico. Habían pasado solo un par de minutos cuando escuché unos pasos anunciar que alguien entraba al recinto sanitario. Sin embargo, el sonido de las pisadas parecía completamente diferente a lo que yo usualmente estaba acostumbrado a escuchar en ese tipo de lugares. El golpeteo de las suelas con el piso anunciaban la presencia de una fémina en el baño, aunque para mi eso resultaba imposible. Una gotita de sudor escurrió por mi frente. Supongo que el recién llegado habrá observado mis zapatos y por lo tanto ocupó el espacio de al lado. El ruido del agua golpeando con agua siguió a continuación. La persona salió entonces del retrete y los mismos pasos se escucharon alejarse (esta persona no se lavó las manos…por cierto) Pero antes de que se alejaran por completo, otro sonido similar se presentó en el lugar. Misma operación, pero una diferencia: tosió y por la tonalidad del sonido emitido comprendí que era un mujer. Al sentarse en el lugar junto al mío, no pude evitar bajar un poco la cabeza por entre las piernas y confirmar mis sospechas: los pies de la persona que estaba junto a mí, pertenecían a una chica. Me hallaba encerrado en el baño de mujeres. Subí instintivamente mis zapatos tratando de ocultar que yo estaba en aquel lugar (aunque supongo que las dos visitantes que se presentaron, pensaron que el retrete de al lado estaba ocupado por una mujer peluda y asquerosa que no se rasuraba las piernas).
El cuadro resultaba surrealista. Cómo salir de ese lugar sin llamar la atención. Consideré mis opciones. Si alguna chica extremadamente pudorosa o una señora con las mismas características me sorprendía, cabía la posibilidad de que gritaran y avisaran los encargados de la seguridad del centro comercial de que un pervertido se había colado al baño de mujeres. Me imaginé rodeado de guardias con poco criterio llevándome a un cuarto secreto para interrogarme sobre mis negras intenciones. En realidad, que me consideraran un pervertido no me preocupaba tanto. Me tenía más consternado el hecho de que se me tachara de un idiota. Y en realidad, me encontraba en una situación que es difícil de describir de otra manera. Era producto de un acto de completa y absoluta idiotez (la cual pretendí justificar con desesperación)
Un grupo de adolescentes (según se escuchaba en sus voces) entró a continuación en escena. Reían y hablaban algunas intrascendencias que honestamente no comprendí. Al escucharlas levanté los pies. Alguna se acercó y supongo que al mirar hacía el suelo y no ver los pies de alguna persona ocupando el apartado intentó abrir. Pude sentir que mi frente se llenaba de gotitas. Pero lo peor aún sucedió. La Chica golpeó un par de veces la puerta y preguntó con taladrante voz: “¿Está ocupado?...ZAZ…Responder o no responder, he ahí el dilema. Ella insistió un tanto molesta mientras movía con más violencia la puerta. No tuve más remedio que intentar emitir un sonido gutural. Traté de emitirlo lo más apuñalantemente posible: “mmmjjj”…respondí con voz de transexual trasnochado. Tuve éxito, la chica emitió un “AShhh” de frustración y respondió “apúrele”….Finalmente la persona que se encontraba utilizando el retrete de al lado salió y la desesperada chica entró con rapidez mientras seguía conversado trascendentes trivialidades con la amiga que le acompañaba.
Comencé a experimentar una sensación de claustrofobia. Estar encerrado en un baño de mujeres, un sábado por la mañana, no es precisamente algo deseable. Así que una vez más consideré mis opciones: si bien lo de pervertido tal vez era un sinónimo de garantía de una primera plana en algún pasquín local (De Peso o La I) y por lo tanto convertirme en alguien famoso aunque sea por unos 10 minutos, pero todo el numerito me daba flojera. O tal vez, la manera más sencilla de escapar del involuntario encierro era realmente convertirme en uno de esos depravados que aparecen en Al Rojo Vivo y salir corriendo con la bragueta abierta, al mismo tiempo que ponía cara de loco y corría como enajenado tratando de alcanzar el estacionamiento y al auto para salir.
Sin embargo, ninguna idea me convencía del todo. Así que esperé un rato más y entreabrí la puerta para ver si había “moros en la costa”. Todo parecía libre. Pero escuché que alguien se encontraba en el lavabo del lugar. No me quedaba otra, simplemente tenía que salir de ahí (por que además comenzaba a tener hambre y esa es otra sensación que a veces hay que calmar con urgencia). Así que decidí actuar con toda naturalidad. Salí del privado y me dirigí con toda la naturalidad posible a lavarme las manos.
En el lavabo se encontraba una mujer joven retocándose el maquillaje alegremente. No puedo imaginar las cosas que le pasaron por la mente en el segundo y medio que me llevó acercarme a la llave para lavarme mis manos. Pero no le di tiempo de reaccionar. Amablemente le espeté un “buenos días” al mismo tiempo que abría acercaba mis manos al tubo para que automáticamente el agua brotara. Antes de que ella diga algo proseguí con una conversación de lo más estúpida. “Que calor, cierto..es uno de esos días en los que uno debería quedarse en casa..”dije mientras ella solamente me miraba con un pinta labios agarrado. “No le parece – continué – que hoy la plaza está muy vacía para ser sábado” Asintió con la cabeza, al mismo tiempo en el que yo le pedía permiso y estiraba el brazo para tomar jabón. “Si – dije – yo esperaba que la gente bla bla bla…” La cosa fue así por unos segundos…hasta que una vez secados todos y cada uno de mis dedos, me despedí con un natural buenos días…Ella se quedó boquiabierta, mientras yo caminé velozmente a la puerta del sanitario. Solo volteé una vez para mirar como ella se medio asomaba por la puerta para seguir mirando con la boca abierta como me alejaba. Todavía alcancé a hacer el clásico ademán de adiós con la mano, bajé las escaleras y con paso apresurado corrí hasta el estacionamiento. Solo me sentí a salvo cuando los cristales polarizados del megavolcho se cernían sobre mí. Arranque y salí de ahí lo más rápido posible.
Moraleja: Caminen siempre con la cabeza levantada, sin importar la urgencia que tengan…
...Así las cosas el pasado sábado…
Parecía ser un día común y corriente. Un sábado como cualquier otro en el que uno decide darse una vuelta por el centro comercial meridano conocido como la Gran Plaza, en busca de obtener información sobre precios de algunos productos. Ahí estaba yo. Vestido más informalmente que de costumbre: Pantalones tipo Capri, una playera blanca y mi viejo par de tenis Reebook. Iba con toda la calma del mundo observando aparadores y preguntando sobre varios artículos que despertaban mi atención. Compré unas galletas de chocolate y seguí en el peregrinar comercial. Y entonces sucedió. Fue completamente inesperado y sorpresivo. Caminas con calma un momento y al otro, tu cuerpo se sacude en una serie de espasmos de carácter casi sobre natural que terminan por estacionarse en los sitios más recónditos del intestino grueso. Es uno de esos momentos en los que una completa sensación de urgencia se apodera de todo tu ser y que puede resumirse en una frase: vas o vas.
Así que fui. Mis pies se pusieron en rápido movimiento e identifiqué el sanitario más cercano. Crucé sin mirar a la puerta y entré velozmente y puse el seguro a una de las puertas que conducen al nirvana escatológico. Habían pasado solo un par de minutos cuando escuché unos pasos anunciar que alguien entraba al recinto sanitario. Sin embargo, el sonido de las pisadas parecía completamente diferente a lo que yo usualmente estaba acostumbrado a escuchar en ese tipo de lugares. El golpeteo de las suelas con el piso anunciaban la presencia de una fémina en el baño, aunque para mi eso resultaba imposible. Una gotita de sudor escurrió por mi frente. Supongo que el recién llegado habrá observado mis zapatos y por lo tanto ocupó el espacio de al lado. El ruido del agua golpeando con agua siguió a continuación. La persona salió entonces del retrete y los mismos pasos se escucharon alejarse (esta persona no se lavó las manos…por cierto) Pero antes de que se alejaran por completo, otro sonido similar se presentó en el lugar. Misma operación, pero una diferencia: tosió y por la tonalidad del sonido emitido comprendí que era un mujer. Al sentarse en el lugar junto al mío, no pude evitar bajar un poco la cabeza por entre las piernas y confirmar mis sospechas: los pies de la persona que estaba junto a mí, pertenecían a una chica. Me hallaba encerrado en el baño de mujeres. Subí instintivamente mis zapatos tratando de ocultar que yo estaba en aquel lugar (aunque supongo que las dos visitantes que se presentaron, pensaron que el retrete de al lado estaba ocupado por una mujer peluda y asquerosa que no se rasuraba las piernas).
El cuadro resultaba surrealista. Cómo salir de ese lugar sin llamar la atención. Consideré mis opciones. Si alguna chica extremadamente pudorosa o una señora con las mismas características me sorprendía, cabía la posibilidad de que gritaran y avisaran los encargados de la seguridad del centro comercial de que un pervertido se había colado al baño de mujeres. Me imaginé rodeado de guardias con poco criterio llevándome a un cuarto secreto para interrogarme sobre mis negras intenciones. En realidad, que me consideraran un pervertido no me preocupaba tanto. Me tenía más consternado el hecho de que se me tachara de un idiota. Y en realidad, me encontraba en una situación que es difícil de describir de otra manera. Era producto de un acto de completa y absoluta idiotez (la cual pretendí justificar con desesperación)
Un grupo de adolescentes (según se escuchaba en sus voces) entró a continuación en escena. Reían y hablaban algunas intrascendencias que honestamente no comprendí. Al escucharlas levanté los pies. Alguna se acercó y supongo que al mirar hacía el suelo y no ver los pies de alguna persona ocupando el apartado intentó abrir. Pude sentir que mi frente se llenaba de gotitas. Pero lo peor aún sucedió. La Chica golpeó un par de veces la puerta y preguntó con taladrante voz: “¿Está ocupado?...ZAZ…Responder o no responder, he ahí el dilema. Ella insistió un tanto molesta mientras movía con más violencia la puerta. No tuve más remedio que intentar emitir un sonido gutural. Traté de emitirlo lo más apuñalantemente posible: “mmmjjj”…respondí con voz de transexual trasnochado. Tuve éxito, la chica emitió un “AShhh” de frustración y respondió “apúrele”….Finalmente la persona que se encontraba utilizando el retrete de al lado salió y la desesperada chica entró con rapidez mientras seguía conversado trascendentes trivialidades con la amiga que le acompañaba.
Comencé a experimentar una sensación de claustrofobia. Estar encerrado en un baño de mujeres, un sábado por la mañana, no es precisamente algo deseable. Así que una vez más consideré mis opciones: si bien lo de pervertido tal vez era un sinónimo de garantía de una primera plana en algún pasquín local (De Peso o La I) y por lo tanto convertirme en alguien famoso aunque sea por unos 10 minutos, pero todo el numerito me daba flojera. O tal vez, la manera más sencilla de escapar del involuntario encierro era realmente convertirme en uno de esos depravados que aparecen en Al Rojo Vivo y salir corriendo con la bragueta abierta, al mismo tiempo que ponía cara de loco y corría como enajenado tratando de alcanzar el estacionamiento y al auto para salir.
Sin embargo, ninguna idea me convencía del todo. Así que esperé un rato más y entreabrí la puerta para ver si había “moros en la costa”. Todo parecía libre. Pero escuché que alguien se encontraba en el lavabo del lugar. No me quedaba otra, simplemente tenía que salir de ahí (por que además comenzaba a tener hambre y esa es otra sensación que a veces hay que calmar con urgencia). Así que decidí actuar con toda naturalidad. Salí del privado y me dirigí con toda la naturalidad posible a lavarme las manos.
En el lavabo se encontraba una mujer joven retocándose el maquillaje alegremente. No puedo imaginar las cosas que le pasaron por la mente en el segundo y medio que me llevó acercarme a la llave para lavarme mis manos. Pero no le di tiempo de reaccionar. Amablemente le espeté un “buenos días” al mismo tiempo que abría acercaba mis manos al tubo para que automáticamente el agua brotara. Antes de que ella diga algo proseguí con una conversación de lo más estúpida. “Que calor, cierto..es uno de esos días en los que uno debería quedarse en casa..”dije mientras ella solamente me miraba con un pinta labios agarrado. “No le parece – continué – que hoy la plaza está muy vacía para ser sábado” Asintió con la cabeza, al mismo tiempo en el que yo le pedía permiso y estiraba el brazo para tomar jabón. “Si – dije – yo esperaba que la gente bla bla bla…” La cosa fue así por unos segundos…hasta que una vez secados todos y cada uno de mis dedos, me despedí con un natural buenos días…Ella se quedó boquiabierta, mientras yo caminé velozmente a la puerta del sanitario. Solo volteé una vez para mirar como ella se medio asomaba por la puerta para seguir mirando con la boca abierta como me alejaba. Todavía alcancé a hacer el clásico ademán de adiós con la mano, bajé las escaleras y con paso apresurado corrí hasta el estacionamiento. Solo me sentí a salvo cuando los cristales polarizados del megavolcho se cernían sobre mí. Arranque y salí de ahí lo más rápido posible.
Moraleja: Caminen siempre con la cabeza levantada, sin importar la urgencia que tengan…
...Así las cosas el pasado sábado…
8 comentarios:
...si, no es una mala idea...jejeje...
jajajaaja pobre de ti! qué bochornaso!!!
Hace poco me tocó participar en una escena similar pero en el trabajo: entré al baño y cuando tomaba papel salió de una puerta un hombre de lo más campechano, todo trajeado y relamido, y cuando me vio sólo se puso color pitaya y apenadísimo salió volando del lugar; a mi ni tiempo me dio de soltar la carcajada al ver la cara del individuo... ¡Cosas que pasan!
Jajajajajaja
Muy divertido y mejor narrado :o))
Jajajajajaja
si..no ha sido precisamente mi momento más lúcido ;)
Saludos Pochaca y Mirabai...
Jajajajjaa!!! Qué buenísima anécdota!! Jajajaja!!! Qué osazo!! Jajajajaja!!
Cool, tus nietos rodarán de risa cuando les platiques!
si les platico...
saludos ;)
Te dedico con mucho cariño la siguiente canción:
salí del baño de mujeres
y mi reputación creció
si vas allí mañana vuelves
es otra dimensión
lo juro!!!!
Clau
jajaja Clau..no se me había ocurrido alguna vez ser el protagonista de una canción tan mala :P...
Si, bueno mi estimado Chopas...la mala suerte ocurre
Saludos...
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