Hace un par de semanas leí una encuesta hecha por el portal Terra en la que cuestionaron a los
aficionados al deporte sobre las 10 disciplinas deportivas más aburridas para
ver por televisión. El beisbol ocupaba el segundo lugar. Admiro a las personas
que pueden pasarse tres horas frente a una pantalla mirando un juego de pelota
pues supongo que cultivan a la paciencia como una de sus mejores virtudes.
Yo solo soy fanático del mal llamado “Rey
de los Deportes” cuando la ficción se apodera de él. El cine, por ejemplo, nos
ha regalado verdaderas joyas en las que el beisbol funciona perfectamente para
contextualizar historias insertas en un contexto beisbolero pero que terminan
siendo más trascendentes que el juego en si. Filmes como The Stratton Story, The Natural, The Field of Dreams, For the Love of
The Game, Trouble With The Curve o la fantástica
Bad News Bears (la versión original con Walter
Matthau) son algunos ejemplos de cómo el beisbol es mejor cuando pasa por el
cuarto de edición y el montaje final deja solamente los momentos emocionantes
del juego.
La televisión también ha tenido algunas
series que van sobre el beisbol. Quizá la mejor de los últimos años sea Eastbound & Down, protagonizada por Danny McBride y que narra la decadente historia
de un pitcher de Ligas Mayores cuyos excesos terminan con su carrera. Pero en
el paquete de estrenos que las cadenas norteamericanas entregaron en otoño, se encuentra
una joyita que toma al beisbol como pretexto para contar una hilarante y
entrañable historia: Back in the Game,
una virtuosa comedia plagada de entrañables personajes y que narra la historia de
una familia disfuncional ligada profundamente al diamante de juego.
Terry
Gannon Jr es una mujer treintañera que acaba de pasar por un complicado
proceso de divorcio, su vida cambia de manera radical al convertirse en una
madre soltera. Obligada por las circunstancias Terry tiene que irse a vivir con su
padre Terry Gannon Sr. - mejor
conocido como “The Cannon” - con quien
mantiene una relación compleja y hasta cierto punto distante desde que Terry
dejó el hogar paterno para irse a la universidad en la que destacó como una
gran estrella de Softball. Danny, su hijo, intenta jugar en un equipo de ligas
pequeñas cuando descubre que la chica que le atrae tiene cierta
debilidad por los beisbolistas. Danny descubrirá que el talento para jugar no
es hereditario y será cortado del equipo del que esperaba ser parte. Es ahí
cuando Terry decide formar una novena con todos aquellos chicos que han sido
rechazados. Nacen entonces los “Angles”
(tendrán que ver la serie para saber el origen de tal nombre) y a partir de ese
momento el beisbol servirá como pretexto para narrar una historia en la que la familia
termina por ser el factor más importante.
Maggie
Lawson es la actriz encargada de dar vida a Terry Gannon. Una actriz
carismática y cuya interpretación transcurre con sorprendente naturalidad. Es
particularmente hábil al enfrentarse a las caos existencial planteado por los
guionistas pues dentro de su aparente fragilidad está una mujer fuerte y dispuesta
a salir de sus problemas personales, por lo que el espectador terminará
sintiendo gran empatía por el personaje. Pero quien termina por darle fuerza al
programa es James Caan. Legendario
actor de carácter, Caan explota al máximo su vena cómica en Back in The Game.
The Cannon parece ser un tipo desobligado y egoísta, pero es evidente que
detrás de cada palabra, de cada disparatada acción, The Cannon ama
profundamente a su hija y a su nieto Danny a quien tratará de enseñar a jugar
beisbol y a enfrentarse a la vida con
métodos poco ortodoxos, pero efectivos. Caan amplia su registro actoral a niveles
poco mostrados en su carrera (solo recuerdo haberlo visto en una comedia:
Mickey Blue Eyes) para generar una de las mejores actuaciones de su amplia
trayectoria. El pequeño Griffin Gluck
es quien le da vida a Danny y su personaje se convierte en un elemento
indispensable para darle cierto balance a un núcleo familiar que sin él
estuviera completamente perdido.
Back in the Game está llena de momentos
hilarantes. Su ritmo narrativo, un guión plagado de situaciones ordinarias y
familiares y lo bien delineado de sus personajes, generan un programa en el
que es imposible dejar de reírse pues por momentos trae lo mejor de un sub género
cómico que curiosamente lleva el nombre de un lanzamiento de beisbol: el Screwball. La serie funciona porque
todos sus personajes terminan por ser arrastrados por las situaciones creadas
en el campo de juego y que – insisto – repercuten en la vida cotidiana de
quienes aparecen en pantalla. Pero sobre todo, estamos ante un programa de televisión que revalora el
concepto de familia, dando al traste con arcaicos conceptos tradicionales que
insisten en pensar que en pleno siglo XXI aún existe un modelo único para describir a los núcleos familiares, cuando es evidente que este ha evolucionado sin que ello implique
ninguna perdida sobre todo en términos de relaciones afectivas entre sus miembros.
Una delicia que no pueden perderse cuando
llegue a Latinoamérica, sean fanáticos del beisbol…o no.
Así las cosas hoy sábado...
Salud pues.......
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