El ser humano moderno tiene una enorme tendencia a encumbrar rapidamente a cualquier persona que destaque por sobre las demás en cualquier actividad, es decir nuestra sociedad se caracteriza por ser una auténtica generadora de héroes. Una vez que éstos se encuentran en la cima del éxito, nuestra admiración es incuestionable: son nuestros ídolos, los que representan la grandeza del hombre, su triunfo sobre la adversidad los convierte en líderes de todo el planeta.
Pero así como somos inmensamente proclives a endiosar a quienes alcanzan grandes metas, lo somos también para destrozarles cuando alguna de esas personas cae del Olimpo en el que le hemos puesto. Parecemos gozarnos en los errores de nuestros ídolos, en el descubrimiento de sus fallas. Quizá porque cuando un héroe cae, nos percatamos que es tan humano, tan falible, como cualquiera de nosotros. Y cuando un caso así se presenta todos estamos dispuestos a lanzarnos sobre la moribunda presa, todos tienen una opinión sobre quien se haya en la lona, todos nos regodeamos con su agonía.
El caso de Lance Amstrong es un buen ejemplo de lo anterior.
El admirado ciclista, aquel que hizo que medio planeta llevara una espantosa pulsera amarilla de plástico como un símbolo de victoria, el ganador de siete vueltas a Francia, el ejemplo perfecto del héroe moderno, el Lance Amstrong que era visto como uno de los atletas más grandes de toda la historia y su lucha contra el cáncer le había convertido en un ejemplo de vida y lucha para muchos seres humanos que atraviesan por una situación semejante, hoy va en caída libre hacía ese abismo en el que la sociedad moderna coloca - con singular algarabía - a esos héroes cuyos errores quedan el descubierto y que son empujados de manera violenta desde el precipicio.
La persecución que en su contra hicieron organismos como la UCI (Unión Ciclista Internacional) o la WADA (Agencia Mundial Antidopaje) fue despiadada, como si esas instituciones hubiesen sido creadas para mover todos sus recursos y lograr demostrar la culpabilidad del ciclista texano. El desenlace de la historia era previsible: en algún momento Amstrong sería acusado por uso de sustancias prohibidas. Y sucedió: finalmente se puso a descubierto una compleja red de complicidades que permitió a Amstrong salir ileso de las acusaciones en más de una ocasión, pero han sido los testimonios de sus ex compañeros en el extinto equipo US Postal, los que han terminado por hundir al atleta pues los análisis realizados en su momento - particularmente durante en el Tour de Francia - resultaron negativos. En total a Lance Amstrong se le practicaron 218 pruebas y siempre salió limpio de las mismas; la UCI ha dicho que esto fue así porque el ciclista fue más astuto que la tecnología que en ese entonces se tenía para detectar a quienes pretendían usar sustancias con el objetivo de mejorar su rendimiento.
En resumen: Amstrong y su equipo fueron extremadamente astutos para urdir su engaño. Lo consiguieron hasta que la presión fue insoportable y casi todos los involucrados terminaron por confesar su trampa...menos el actor principal de la trama.
Para muchos el silencio de Amstrong es lo que le hace aún más culpable. El hecho de declinar a seguir con su defensa genera una sensación de que, tácitamente, ha terminado por aceptar que se ha quedado sin argumentos para demostrar su inocencia. El juicio social entonces es implacable: Amstrong es un tramposo y merece ser castigado. Quizá su peor castigo es que simplemente ha dejado de existir en los anales del ciclismo al ser literalmente borrado de los mismos. Para el Tour de Francia, para el ciclismo mundial, para el deporte, Amstrong nunca existió. Páginas como Wikipedia ya han borrado a Lance como el máximo ganador de la vuelta francesa y la historia ha dictado que de 1999 a 2005 simplemente no hubo un vencedor.
El deporte le ha olvidado pero el escarnio social en contra de Amstrong se ha intensificado. Por supuesto que nada justifica su comportamiento y es evidente que tiene que afrontar las consecuencias de sus actos, pero ¿es justificable el convertir a su figura en carroña para ser devorada por la sociedad? Es uno de esos casos en los que deberíamos preguntarnos si somos moralmente aptos para aventar las piedras sobre el personaje en desgracia. En una sociedad en la que suele valorarse al éxito sin importar los medios por los que éste se ha conseguido, resulta paradójico el hecho de que se ataque a quien ha seguido, al pie de la letra, muchas de las instrucciones no escritas para convertirse en un triunfador. Una vez más se practica una doble moral que resulta en algo tan espeluznante como los actos del texano y sus cómplices.
De nuevo ha aparecido nuestra tendencia a destrozar tan rápido como se pueda al héroe caído porque de esa forma reafirmamos nuestra propia condición humana, aquella que en muchas ocasiones parece estar desesperada por recordarse a si misma que los héroes no existen, que todos ellos a pesar de lo que los adoramos e idolatramos, son simples mortales como cualquiera de nosotros.
Así las cosas hoy jueves...
Salud Pues......
El caso de Lance Amstrong es un buen ejemplo de lo anterior.
El admirado ciclista, aquel que hizo que medio planeta llevara una espantosa pulsera amarilla de plástico como un símbolo de victoria, el ganador de siete vueltas a Francia, el ejemplo perfecto del héroe moderno, el Lance Amstrong que era visto como uno de los atletas más grandes de toda la historia y su lucha contra el cáncer le había convertido en un ejemplo de vida y lucha para muchos seres humanos que atraviesan por una situación semejante, hoy va en caída libre hacía ese abismo en el que la sociedad moderna coloca - con singular algarabía - a esos héroes cuyos errores quedan el descubierto y que son empujados de manera violenta desde el precipicio.
La persecución que en su contra hicieron organismos como la UCI (Unión Ciclista Internacional) o la WADA (Agencia Mundial Antidopaje) fue despiadada, como si esas instituciones hubiesen sido creadas para mover todos sus recursos y lograr demostrar la culpabilidad del ciclista texano. El desenlace de la historia era previsible: en algún momento Amstrong sería acusado por uso de sustancias prohibidas. Y sucedió: finalmente se puso a descubierto una compleja red de complicidades que permitió a Amstrong salir ileso de las acusaciones en más de una ocasión, pero han sido los testimonios de sus ex compañeros en el extinto equipo US Postal, los que han terminado por hundir al atleta pues los análisis realizados en su momento - particularmente durante en el Tour de Francia - resultaron negativos. En total a Lance Amstrong se le practicaron 218 pruebas y siempre salió limpio de las mismas; la UCI ha dicho que esto fue así porque el ciclista fue más astuto que la tecnología que en ese entonces se tenía para detectar a quienes pretendían usar sustancias con el objetivo de mejorar su rendimiento.
En resumen: Amstrong y su equipo fueron extremadamente astutos para urdir su engaño. Lo consiguieron hasta que la presión fue insoportable y casi todos los involucrados terminaron por confesar su trampa...menos el actor principal de la trama.
Para muchos el silencio de Amstrong es lo que le hace aún más culpable. El hecho de declinar a seguir con su defensa genera una sensación de que, tácitamente, ha terminado por aceptar que se ha quedado sin argumentos para demostrar su inocencia. El juicio social entonces es implacable: Amstrong es un tramposo y merece ser castigado. Quizá su peor castigo es que simplemente ha dejado de existir en los anales del ciclismo al ser literalmente borrado de los mismos. Para el Tour de Francia, para el ciclismo mundial, para el deporte, Amstrong nunca existió. Páginas como Wikipedia ya han borrado a Lance como el máximo ganador de la vuelta francesa y la historia ha dictado que de 1999 a 2005 simplemente no hubo un vencedor.
El deporte le ha olvidado pero el escarnio social en contra de Amstrong se ha intensificado. Por supuesto que nada justifica su comportamiento y es evidente que tiene que afrontar las consecuencias de sus actos, pero ¿es justificable el convertir a su figura en carroña para ser devorada por la sociedad? Es uno de esos casos en los que deberíamos preguntarnos si somos moralmente aptos para aventar las piedras sobre el personaje en desgracia. En una sociedad en la que suele valorarse al éxito sin importar los medios por los que éste se ha conseguido, resulta paradójico el hecho de que se ataque a quien ha seguido, al pie de la letra, muchas de las instrucciones no escritas para convertirse en un triunfador. Una vez más se practica una doble moral que resulta en algo tan espeluznante como los actos del texano y sus cómplices.
De nuevo ha aparecido nuestra tendencia a destrozar tan rápido como se pueda al héroe caído porque de esa forma reafirmamos nuestra propia condición humana, aquella que en muchas ocasiones parece estar desesperada por recordarse a si misma que los héroes no existen, que todos ellos a pesar de lo que los adoramos e idolatramos, son simples mortales como cualquiera de nosotros.
Así las cosas hoy jueves...
Salud Pues......
2 comentarios:
Saludos de quien fuera una de tus primeras 7 readers por allá del 2004-2005!!!
7 años después, no sé ni cómo volví a dar contigo!!! En ese entonces estaba en Australia y no sé cómo llegué a escuchar algún programa tuyo en Merida jajajaja
Pero bueno, me recuerdes o no, me ha dado enorme gusto llegar a tu blog de nuevo y leer esto... tus palabras son la expresión de mi opinión y lo que he tratado de platicar con mis sobrinos de esto: ver que actuó mal en varias cosas pero también ver lo bien que actuó en otros aspectos, todos tenemos nuestro lado A y lado B, como les decía a ellos, cuando existían los cassettes, en el lado A estaban las canciones de moda y en el lado B las que nadie se sabía o inclusive una que otra muy mala, pero la música era tomada en cuenta de ambos lados, no nada más del que nos gustaba o no nada más del que odíabamos.
saludos
Uy claro que me acuerdo, mi única radioescucha internacional...que buena onda...que gusto...espero sigas en contacto. Si tienes twitter ando ahí como @DavidMalborn ... saludos...
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