My friends, I address you all tonight as you truly are; wizards, mermaids, travelers, adventurers, magicians... Come and dream with me....
Georges Méliès...
Seven Readers!!...
Para mi el cine tiene dos funciones: enfrentarnos a nuestra realidad y permitirnos soñar a partir de la misma. Ambas funciones son importantísimas y a veces pueden llegar a conjuntarse para crear nuevas posibilidades que a partir de la imaginación puedan insertarse en la realidad.
Pocos cineastas han logrado filmar a la realidad como lo ha hecho Martin Scorsese, el neoyorquino nos ha contado a partir de su propia experiencia la historia de su país, de sus habitantes y sus múltiples y a veces oscuros rostros. Su cine es el mejor ejemplo de alguien que ha entendido la primera función del séptimo arte y ha enfrentado - quizá como nadie - a toda una nación consigo misma a través de películas como Good Fellas, The Aviator, The Age of the Innocence, Taxi Driver o Gangs of New York, entre otras. Pero quizá en algún momento Martin Scorsese sintió la necesidad de permitirse soñar al hacer cine. Quizá fue el desarrollo de la nueva tecnología en 3D lo que lo motivó o - como él lo ha dicho - la posibilidad de hacer un filme que puedan ver sus nietas o tal vez el encontrarse con una historia que le rinde homenaje a uno de los grandes magos de la historia del cine...no sé; pero el resultado es un bellísimo viaje visual por una entrañable y maravillosa fábula, contada a través de un universo muy particular y de los personajes que lo habitan e iluminan. Pero también están presentes los elementos que han hecho de Martin Scorsese un autor cinematográfico: es una historia de redención, de inadaptados sociales que tendrán que ingeniárselas para salir adelante.
Es la estación de trenes de París en los años 30. En sus paredes vive Hugo un niño huérfano quien por azar resulta en el encargado de darle mantenimiento a los relojes de lugar, por ende - sin que él ni los demás lo sepan - todo el movimiento del sitio depende de su trabajo. Una labor que Hugo realiza a la perfección pues ha heredado de su padre dos cosas: el talento para comprender y reparar a las precisas máquinas y a un autómata de cuerda cuyo funcionamiento es un misterio que Hugo irá develando poco a poco, para darse cuenta que es solamente una pieza en un rompecabezas que lo llevará a relacionarse con un mago, su sobrina y un mundo en el que los sueños son coloreados a mano y cuadro por cuadro.
La película tiene un prólogo cuya realización demuestra que es un virtuoso del cine el que se encuentra tras la cámara, a partir de ese momento algo queda claro: Nadie hasta ahora ha sacado tanto provecho de la tecnología 3D como lo hace Scorsese. Toda la planificación del filme, su diseño de arte y los movimientos de la cámara resultan en un fantástico viaje visual que ilustra a la perfección a la bella historia de Hugo y de la gente que le rodea. Scorsese emociona con su puesta en escena, con la capacidad que tiene para construir y desarrollar a sus personajes y, sobre todo, dotando a su película de un sentido onírico con la representación de los sueños de su protagonista y con el rescate de un acervo cinematográfico que hace muchos años sentó las bases para hacer del cine una máquina para soñar.
Pocas películas tienen un resultado tan completo como el de Hugo. Es una película que enamora, que rescata la capacidad del cine para generar mundos fantásticos, llenos de ilusiones. Y es que quizá los cineastas han sido los mejores ilusionistas de la historia, los que nos han llevado a través de la representación de sus sueños a vivir los nuestros, a crear mitologías, a generar una fantasía que finalmente es producto de la realidad, del contexto cultural en el que se crea la obra fílmica. Creo que Hugo puede resultar en un homenaje a todos ellos, aunque es muy probable que ese no sea el objetivo primordial de su director.
Lo que si hace Martin Scorsese es demostrarnos que posee una gran capacidad narrativa, que es un superdotado del cine. Ahora nos ha mostrado su lado más sensible, más imaginativo, un lado que permanecía tal vez oculto por esa necesidad de contarnos a su país como ningún otro director norteamericano lo ha hecho y quizá Hugo sea solamente una pausa en ese transcurrir del director por los recovecos históricos de su nación, pero no puedo imaginar una pausa más hermosa que ésta. Un monumento cinematográfico que demuestra que los sueños pueden llegar a convertirse en auténticas obras de arte.
Descubran todo esto en La Invención de Hugo...
Un logro...
Así las cosas hoy lunes...
Salud pues.......
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