Hay resacas de las que uno no se recupera jamás, quizá porque uno no desea recuperarse de las mismas. Existen noches que se detendrán para siempre en alguna estación de la memoria, incapaces de moverse porque uno no se atreve a alimentar de combustible al tren que podía hacerlas desaparecer entre otros tantos recuerdos. El martes a las 12 de la noche mientras salía del Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI de la Ciudad de Mérida, estaba consciente de que mi memoria había sido tocada de una manera muy especial, que había vivido una de esas noches cuya esencia había quedado impregnada en algún lugar de mis neuronas. Pero no era el único. Estoy seguro que las casi 6 000 personas que estuvimos en concierto de Joaquín Sabina, nos sentíamos de la misma manera. Porque habíamos sido testigos de una noche extraordinaria, mágica, irrepetible.
Y ahora, trato de escribir una reseña. Pero ¿Cómo encontrar las palabras exactas para describir emociones, sensaciones, sentimientos? Quizá podría hacerlo con una canción del flaco de Úbeda:
“Que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel”
Porque no tengan duda: la noche del martes fue una noche de bodas, de la comunión perfecta entre un artista y su público que – para sorpresa de él y mía – casi llenó el recinto en donde se llevó a cabo el recital. Y lo más interesante: pocos Villamelones. Los que ahí estábamos teníamos seguramente más de una historia para contar a raíz de otra historia cantada por Sabina. Porque al final, como el mismo cantautor lo dijo, las canciones no tienen fronteras y uno puede asombrarse por el camino que toman hasta llegar a lugares tan lejanos como es este rincón de una olvidada península del trópico mexicano.
Rodeado de sus cómplices inseparables – Antonio García de Diego y el gran Pancho Varona – Sabina dibuja en el escenario una noche llena de matices nos lleva a su “Calle Melancolía”; nos invita a recorrer junto aChavela – mujeriega como él – y José Alfredo el “Boulevard de los Sueños Rotos”; presenta a la maravillosa Marita Barros, con quien hace una versión de ese himno a la infidelidad que es “Y sin embargo”, primer momento apoteósico de la noche. Luego con Jaime Asúa sorprende: cantan juntos “Llueve sobre mojado” que hiciera famosa con otro grande: Fito Páez.
Ahí Sabina nos tenía a todos sus fieles embelesados. La complicidad se había convertido en una traviesa comunión que se expandió por todos los lugares del recinto. Quienes estamos ahí nos abrazamos llenos de felicidad, aún se canten canciones impregnadas con melancolía como “Cristales de Bohemia”, porque Sabina nos ha demostrado que uno puede encontrar la felicidad en el medio del dolor, porque su música es capaz de generar una emoción matizada por frases contundentes como “la luna es una daga manchada de alquitrán”.
Yo saltó, brinco, abrazo a mi maravillosa cómplice de concierto, contagio de felicidad a la chica de al lado cuando descubro que Sabina cantará “Peces de Ciudad”, recuerdo a las “Aves de Paso” de mi vida, y soy testigo de cómo la noche se va transformando en un acontecimiento irrepetible. A la mitad del recital no tengo duda: estoy en el mejor concierto que se ha dado en toda la historia de la Ciudad de Mérida.
Musicalmente vamos del tango, al mariachi y al rock and roll. Liricamente repudiamos a la “Princesa”, nos enamoramos de la “Magdalena”, y terminamos cantándole a todas esas vidas que viven en nuestra fantasía, a todos esos personajes con los que hemos soñado gratuitamente. Y regresamos del viaje, porque cuando el concierto termina, todos los ahí presentes nos hemos colado en esas vidas que nunca serán nuestras del todo, pero que por una noche nos han pertenecido. Abandonamos el recinto llenos de pastillas para no soñar seguros de que no queremos vivir cien años, si ello implica no tener noches con la del pasado martes.
A la mañana siguiente cuando regresamos a la realidad, lo hacemos con el corazón tatuado con un par de Tibias y una Calavera que marcan el recuerdo de una noche que ya forma parte de un pasado bucanero; una noche en la que nos matamos y morimos de amor, todos juntos, con la esperanza de recorrer esos caminos que nunca llevan a Roma, pero si a un concierto único que tal vez…tal vez…podamos repetir si la vida nos hace correr como las tortugas, atrevernos como dicen los cobardes y volver a abordar el barco de este flaco Pirata Cojo que nos canta sobre las mentiras piadosas. Quizá alguna vez, aparezca de nuevo la mujer de las medias negras, la bufanda a cuadros y la minifalda azul….y volveremos a vivir una noche en la que nuestro corazón se quede en el escenario que ha pisado…Joaquín Sabina.
Así las cosas hoy jueves...
Salud pues......
4 comentarios:
Felicidades, cariñoooo!!!! eso sí, no soy fan de Sabina ahí no opino. Pero qué bueno que lo disfrutaste. Un abrazote.
Tu post logra transmitir esos sentimientos de comunión de Joaquin tuvo con el publico esa noche.
Felicidades por ello.
Felicidades David por el 1000 y por haber disfrutado tanto de un concierto de uno de tus artistas favoritos.
No cierres el blog! Ha sido y es agradable e interesante leerte y conocer tu punto de vista con respecto a pelis, música, sucesos, política, deportes, y la vida en sí.
Un abrazote.
Congrats! Te seguirimos leyendo en los siguientes 1000 posts.
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