viernes, mayo 11, 2012

De Paul McCartney en el Zócalo y la Democratización del Arte....

Seven Readers!!...



If a love is strong enough it may never end...
Paul McCartney.

¿Cómo acercarse a un fenómeno como el que se dio a partir del concierto de Paul McCartney en el Zócalo?, ¿Qué punto de vista tomar?, ¿Será acaso el del cronista que pretende contar la historia de un evento histórico, único, irrepetible?, ¿o narrar lo visto desde la perspectiva del fanático con sentimientos encontrados, ese que se reprocha a si mismo no vivir en la Cd. de México y no estar cantando al unísono de ese monumental coro, auténticas obras maestras de la música pero que al mismo tiempo se sorprende cuando se siente completa y totalmente emocionado al observar - gracias a la tecnología - el concierto en vivo y en directo?, ¿tendré que situarme desde la perspectiva crítica de quien por años ha estudiado y narrado este tipo de fenómenos culturales, de quien ha insistido que detrás de la narrativa del "arte pop" existe un discurso que cuenta la historia de uno o de cientos de seres humanos que viven en un momento y un espacio determinado, que dice mucho de quienes son, de sus anhelos, de sus sueños, de sus virtudes, defectos y realidades?.
No estoy seguro como abordar este post sin dejarme llevar por todo lo que aún siento después de la experiencia de anoche. Después de que por tres horas el "Time Line" de mi cuenta de Twitter se llenara solamente de dichos y frases relacionadas al concierto del genio y vivir el hecho de que esa apoteósica catarsis que se vivió en el centro de la ciudad de México, inundara a la red y nos contagiara a todos los que a través de las pantallas del ordenador mirábamos y escuchábamos extasiados lo que ahí sucedía, al mismo tiempo que socializábamos nuestra experiencia con muchos otros que vivían algo similar; lo único que tengo claro, es que lo de anoche demostró que todo gobierno, todo aquel que aspire a gobernar, tiene que entender que el arte tiene una función democratizadora que no debe ni puede soslayarse.





Anoche uno simplemente tenía que reconocer los efectos positivos que posee el arte y la enorme importancia del concierto en términos simbólicos.
Paul es en si mismo el símbolo más grande que posee el arte musical. Nadie en los últimos cincuenta años ha logrado en el mundo lo que el originario de Liverpool ha hecho, es un fenómeno que ha trascendido a varias generaciones y cuyo impacto en la música es incalculable, todo un ícono. El Zócalo de la Ciudad de México es el centro social y político de la Nación, la plaza más importante del país. El lugar en el que se han dado algunos de los hechos más importantes de la historia de México. Ayer ambos símbolos se encontraron y muy probablemente ni McCarntey, ni el Zócalo volverán a ser iguales. Paul estaba feliz, disfrutando de su presentación. Con casi 70 años tuvo la vitalidad para ofrecer 3 horas de música a una multitud que abarrotaba a la plaza y que se le entregaba incondicionalmente. Demostró - cuando ya no tiene porque hacerlo - que su música no conoce de barreras idiomáticas, que es capaz de generar sensaciones únicas, irrebatibles entre personas con los más diversos bagajes culturales a quienes Paul fue capaz de unificar con su música.
¿Unificar? Si. En un país tan herido, tan polarizado, es muy complejo encontrar momentos en los que las barreras sociales, políticas y económicas se olviden por unos instantes. El Zócalo ha sido un lugar en el que tradicionalmente esas barreras suelen levantarse cuando grupos políticos toman su plancha para manifestarse en favor o en contra de una ideología. Ayer las ideologías cayeron. Representantes de todos los estratos sociales se dieron cita para cantar juntos canciones que han adquirido el status de Universales. Momento catártico en el que los más diversos representantes de la nación bailaron y cantaron en  comunión con un artista que se dejó envolver por la voz de 200 mil personas que, por momentos, se convirtieron en una sola junto a los otros miles, millones tal vez, que los acompañaban desde  las pantallas de sus computadoras.




Los gobiernos - aunque lo olviden - tienen la responsabilidad de hacer que el arte sea accesible para todos. Una sociedad que tiene acceso a manifestaciones artísticas de calidad se convierte en una sociedad más crítica y más feliz. Ayer el GDF dio una muestra de la importancia que representa el acercar a los ciudadanos al arte. Muchos de los ahí presentes seguramente no tienen la posibilidad de comprarse un boleto para ver a McCartney en un masivo pagado. Por ende, la presentación gratuita de un espectáculo de ese nivel y tamaño representó una gran oportunidad para ellos, para todos los que lo vimos a través de la red. Una oportunidad para poder ensanchar nuestro bagaje cultural. En la medida en la que nuestros gobernantes entiendan el enorme significado que eso tiene, tendrán mejores oportunidades de mejorar de forma integral la calidad de vida de las personas que habitan este país.
Ese es uno de los puntos más importantes a los que debe aspirar una democracia moderna.



¿Cómo abordar entonces lo sucedido ayer en el Zócalo de la Ciudad de México? Quizá la mejor manera sea a través de la óptica de quien se sabe testigo de la historia. Porque no tengan duda: los conciertos, los eventos culturales de carácter masivo y gratuito, tendrán un antes y un después del concierto de McCartney en la Capital del País. Todos tendrán que plantearse como eventos que fomenten el espíritu democrático, la unidad, el acceso al arte y la participación sin distinción.
Hay una canción de McCa que dice:


LET US SHOW THEM HOW TO PLAY 
                                                            THE PIPES OF PEACE...

Ayer no hubo gaitas pero si gargantas. Y tengo la impresión que muchas aprendieron la lección: bailaron, cantaron y se retiraron llenos de paz y gozo...

Así las cosas hoy viernes...

Salud pues........



1 comentario:

marichuy dijo...

Muy buena entrada, David. Leyéndote me volví a emocionar y más aún al volver a ver el momento en que cantó Hey Jude.

(Me robo el video)

Abrazo