Vengo del futuro para contarles una historia.
Hubo un 30 de marzo de 2012 en un país llamado México. Ese día los mexicanos se levantaron como cada mañana. Algunos fueron a la escuela, otros a trabajar, unos más a delinquir y otros a fingir que gobernaban; es decir pudo haber sido un día como cualquier otro en un territorio que se sumía entre la opulencia y la pobreza, entre la paz y la guerra. Pero no, no fue así. Ese día los mexicanos prendieron la televisión y la radio y se encontraron con los primeros spots de cuatro individuos que pretendían ser presidentes de aquel país. Ese día el cuarteto de aspirantes a gobernar a México dieron inicio a la contienda por la búsqueda del voto mexicano, ese que les permitiera llegar a ser Presidentes de aquella República y así - según decían - cambiar los destinos de una nación dolida, triste, golpeada por años de violencia y crisis económica.
Y ahí estaban ellos.
Uno apareciendo por todo el país, como tratando de demostrar que su cobertura era amplia, vasta e incluso por momentos cercana a la gente. El hombre del Copete - le llamaban - inició su lucha por el voto esgrimiendo su única arma: la imagen; comenzó caminando como un tipo seguro de si mismo y poseedor de una misión, casi divina: regresar a su partido a esa mágica residencia de la que - de acuerdo con él y con sus correligionarios - nunca debió salir: Los Pinos.
Uno apareciendo por todo el país, como tratando de demostrar que su cobertura era amplia, vasta e incluso por momentos cercana a la gente. El hombre del Copete - le llamaban - inició su lucha por el voto esgrimiendo su única arma: la imagen; comenzó caminando como un tipo seguro de si mismo y poseedor de una misión, casi divina: regresar a su partido a esa mágica residencia de la que - de acuerdo con él y con sus correligionarios - nunca debió salir: Los Pinos.
En la otra esquina estaba el egresado de la Universidad de la Vida. El hombre que 6 años atrás había desperdiciado todo su capital político por encabezar una estrategia absurda y beligerante en defensa de si mismo. Fue el personaje que dejo ir la posibilidad de encabezar a una oposición inteligente, bien estructurada y que fuera punta de lanza de la reconstrucción nacional. En ese día de marzo, regresaba con una nueva estrategia: la del amor, la del perdón, la de la reconciliación. Enarbolaba entonces un discurso poco congruente consigo mismo, con sus actos y dichos del pasado; por ende parecía en muchos momentos un discurso falso y bajo el cual se escondía el verdadero rostro de un líder tentado por el demonio del autoritarismo.
Arrinconada por su pasado, por su ineficiencia como funcionaria pública y por sus deslices clasistas, estaba la mujer de derecha que en algún momento quiso ser viuda. Era ella la mujer de sonrisa acartonada, de un discurso aprendido, lleno de frases huecas. Ella, la que pretendía darle continuidad a 12 años de un desastre que había hundido al país en una terrible ola de violencia y que sobre todo habían generado mayor desigualdad entre los mexicanos. Ella, la que hablaba de sus logros como Secretaria de Educación Pública, pero que omitía decir que nunca pudo sacar al sistema educativo del rezago y la crisis. Ahora, pedía el voto respaldada solamente por un hecho: el ser diferente solo por el hecho de ser mujer.
Y por último, un Ingeniero cuyo mayor mérito parecía ser que el partido que lo postuló terminara tal y como él comenzó con su campaña: hundido en el océano. Lograr que el registro de su alianza se perdiera, iba a convertir al Ingeniero en un héroe nacional.
Vengo del futuro y me hubiese gustado contarles que aquellos fueron grandes días. Días de propuesta, de intenso intercambio de ideas. Días en los que las aulas de las principales Universidades del país se llenaron de debates intensos, en los que se discutió el futuro de la nación, en los que se sentaron cimientos sólidos para el desarrollo nacional. Días en los que los cuatro candidatos hicieron campañas de altura, emocionando a la gente por la calidad de sus discursos, en los que reflejaron su gran voluntad por servir a la patria, su deseo por construir un México próspero, con igualdad de oportunidades para todos los que lo habitaban.
Pero tristemente no fue así. En realidad aquellos spots fueron solamente el principio de una serie de mensajes sin sustento que nunca pudieron motivar al electorado mexicano, que nunca pudieron vencer a la apatía que le había sido contagiada por tantos políticos que habían pasado antes haciendo las mismas y cansadas promesas. Mexicanos que terminaron votando no por aquel candidato brillante que comenzó a reconstruir a una nación desmembrada y desunida, sino por el que consideraron como el menos malo de aquel cuarteto.
Pero también vengo del futuro para decirles que no todo está perdido. Que en esos días muchos mexicanos también comprendieron que la única esperanza para aquel país, no estaba representada por los cuatro individuos que un 30 de marzo de 2012 iniciaron con su campaña en la búsqueda de su voto, sino en ellos mismos. Mexicanos que entendieron que el cambio tenía que ser de abajo hacía arriba y que una campaña electoral era algo aburrido, cansado, poco inspirador... pero que no era lo único, que había cosas más grandes, personas más importantes que los cuatro que comenzaron en aquel día a pedir el voto de todos los mexicanos.
¿Y qué sucedió en el futuro? Eso tendrán que averiguarlo ustedes. Porque el futuro no está determinado por nada, por nadie. Tampoco la democracia y la prosperidad dependen solamente de unas elecciones. Estas se construyen día a día y pueden cambiar - para bien o para mal - en la medida en la que la apatía sea vencida por una participación constante en los asuntos públicos, por la exigencia cada más fuerte hacía quienes piden el voto o hacía quien ostenta un cargo de gobierno.
Porque aún en los tiempos más aciagos, el futuro puede ser promisorio.
Depende de ustedes, queridos mexicanos del presente.
Así las cosas hoy viernes...
Salud pues......
Pero también vengo del futuro para decirles que no todo está perdido. Que en esos días muchos mexicanos también comprendieron que la única esperanza para aquel país, no estaba representada por los cuatro individuos que un 30 de marzo de 2012 iniciaron con su campaña en la búsqueda de su voto, sino en ellos mismos. Mexicanos que entendieron que el cambio tenía que ser de abajo hacía arriba y que una campaña electoral era algo aburrido, cansado, poco inspirador... pero que no era lo único, que había cosas más grandes, personas más importantes que los cuatro que comenzaron en aquel día a pedir el voto de todos los mexicanos.
¿Y qué sucedió en el futuro? Eso tendrán que averiguarlo ustedes. Porque el futuro no está determinado por nada, por nadie. Tampoco la democracia y la prosperidad dependen solamente de unas elecciones. Estas se construyen día a día y pueden cambiar - para bien o para mal - en la medida en la que la apatía sea vencida por una participación constante en los asuntos públicos, por la exigencia cada más fuerte hacía quienes piden el voto o hacía quien ostenta un cargo de gobierno.
Porque aún en los tiempos más aciagos, el futuro puede ser promisorio.
Depende de ustedes, queridos mexicanos del presente.
Así las cosas hoy viernes...
Salud pues......
1 comentario:
¡Miedo!
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