El deporte suele darnos grandes y emocionantes momentos, especialmente cuando se juega a un alto nivel. Pocos torneos en el mundo suelen ser tan emocionantes como lo es la Champions League. Y hoy en Londres, uno de esos instantes cardíacos, únicos e irrepetibles tuvieron lugar. Los protagonistas: El Barcelona y el Chelsea. Por un lado el fútbol bonito, el de propuesta, el de espectáculo. Por el otro el fúbol calculador, frío y de resultados. Los dos lados del balón frente a frente.
Ya en el Nou Camp, el Chelsea había logrado poner una gran muralla alrededor de su meta. Tuvieron éxito destruyendo el juego del Barça. Hoy, intentaron lo mismo. Salieron a la cancha dispuestos a jugar con el arte de la especulación. Salieron con la esperanza de anotar un gol y, de conseguirlo constituirse de nuevo en un inaccesible muro capaz de resistir cualquier ataque catalán. Casi se salen con la suya. Por que al minuto 10 de la semifinal de la Champios League de este año, Essien se encontró con un golazo. La prendió sin pensarlo y el balón hizo una comba que explotó en el travesaño y se coló a la portería de un indefenso Víctor Valdés.
Entonces el Chelsea se tiró atrás, decidido a hacer un fútbol de trincheras, tratando de disecar a un enjundioso pero desesperado Barça. Y tratando de aprovechar el desperciado talento de un solitario Drogba, capaz el sólo de superar a la lamentable defensa que Guardiola tuvo que presentar en el cuadro Blaugrana ante la lesión de Márquez y la suspensión de Puyol. Cada vez que el marfileño enfrentaba a Piqué, Touré y Danni Alves parecía que terminaría por abrirse el trecho hasta la portería de un indefenso Valdés. Pero el portero del Barça no iba a ser presa fácil. Logró detener como pudo dos goles cantados del marfileño.
Y Hiddink nunca se dio cuenta que tuvo a los catalanes en sus manos. En lugar de ir a rematar al moribundo, dejó que el Barcelona encontrara poco a poco el aliento necesario para seguir empujando. Eto' o habrá tocado la pelota cuatro veces. Iniesta intentaba por la derecha pero tardaba demasiado en soltar la pelota y Xavi parecía perdido en el medio de una marea azul que le ahogaba en la media cancha.
Muchos alrededor del mundo quizá nos preguntábamos en ese momento: ¿Que espera Guardiola para hacer un cambio? Pero algo pasaba en la mente de Pep. Y estoy seguro que era confianza en su equipo, en los hombres que se batían para ser repelidos una y otra vez por los guerreros de Stamford Bridge. Para colmo, el árbitro, un psicólogo noruego, expulsa a Abidal por una falta inexistente. El Barça parecía destinado al fracaso. Roma y el Manchester se esfumaban conforme pasaban los minutos.
El Chelsea era frío, calculador y todo parecía salirle bien. Entró Belleti por Drogba. El mensaje era claro: iban por el resultado, se sentían ganadores. Pero dice el viejo y conocido refrán: "en el pecado se lleva la penitencia" y los ingleses pensaron que la perfección defensiva era suficiente para acabar con el estético y rimbombante Barça.
Y entonces vino la magia. Ese momento encarnado casi siempre por los jugadores pequeñitos, talentosos. Aquellos que disfrutan del juego y que hacen que nosotros le disfrutemos al máximo. Ahí aparece el deportista ser humano que trata de imponerse al moderno atleta robotizado. Y ahí aparecieron Messi e Iniesta. Poetas y bohemios ambos, que cuando se ponen de acuerdo crean arte, crean magia, crean fútbol. Y el deporte vuelve a ser humano, pero al mismo tiempo lleva un toque celestial. Por que lo que sucedió en Londres quizá pueda ser lo más cercano a esa fantasía inexistente conocida como milagro. E Iniesta decidió que el pondría la pelota en camino a Roma. Messi le cede un balón milimétrico, y el manchego la prende y la bella redonda gira casi en cámara lenta hasta batir al frío Peter Ceh.
Y estalla la locura. En Londres, en Barcelona, en Mérida. Yo grito gol como loco. Y lo celebro. Por que el gol soñado ha caído. Por que el fútbol hermoso, el latino, el que emociona, se ha impuesto a ese aburrido fútbol cerebral representado por el Chelsea. Y otra vez ese orgasmo futbolístico se presenta. Por que el gol de Essien fue producto de un rechace, el del Iniesta producto de la asociación y de la insistencia del maniatado, del que estaba a punto de ser la víctima.
Y es entonces cuando el fútbol vuelve a ser hermoso: por que genera milagros momentáneos, etéreos, hermosos. Hoy el Barça de Guardiola está en la final de la Champios. Le espera de nuevo la frialdad del Manchester y su robotizado Cristiano Ronaldo. Pero uno espera que la alegría de los Messi y los Henry, pueda imponerse. Y que nuevamente el deporte nos regale un momento de gloria como el que un equipo Catalán alcanzó en un flemático barrio londinense.
Así las cosas hoy miércoles...
Salud pues.......
3 comentarios:
Sí fue un partidazo! A ver cómo le va al Barca contra el Manchester que parece una aplanadora :D
Yo vi el partido y también grité como loco, aunque el empate fue algo injusto. Será interesante ver en la final frente a frente a los que hoy tal vez sean los dos mejores futbolistas del planeta: Cristiano Ronaldo y Lionel Messi.
Me vale madre que esté robotizado Ronaldo... Es un papi y yo sí le ando poniendo casa!
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