Dos casualidades sucedieron hoy.
La primera: se terminó la pila de mi Ipod y ello me obligó a escuchar la radio en el auto. Fue algo muy triste. Sintonicé una estación de reciente creación y para mi sorpresa sigue utilizando un slogan que desde hace años usa la radio universitaria local. Me pareció increíble; o los diseñadores de la imagen sonora de la frecuencia nunca han escuchado radio o no conocen el significado de la palabra plagio.
La segunda: me encontré con artículo que hace algunos años escribí para una muy buena revista local - la cual lamentablemente dejó de circular - que pintaba un panorama de la radio yucateca. Lamentablmente y luego de mi experiencia de hoy, creo que el texto sigue vigente por lo que he decidido subirlo al blog y ponerlo a su consideración. Espero sus comentarios.
La
Radio en Yucatán: ¿A qué Sonamos?
El oído es la mitad del Poeta y acepta las fantasías, que los otros
sentidos rechazan. Cierre los ojos sin miedo: los oídos no tienen párpados y la
radio mantiene abiertos, los ojos de la mente.
(Spot de La Tribu FM, de
Argentina)
En unos 200
años, historiadores y antropólogos van a estudiar a nuestra sociedad actual. Y
es probable que cuando comiencen su labor de interpretación del ser humano de
la primera década del siglo XXI, acudan a documentos de carácter audiovisual.
Las canciones, las películas, los programas de televisión serán
indispensables para que las generaciones
futuras puedan entender quienes fueron y quienes son.
Seguramente
esos investigadores del futuro van a toparse con un medio de comunicación que tuvo
mucho auge a principios del siglo XX y que fue reinventándose hasta llegar al XXI dueño de un lenguaje
propio, pero en gran medida desaprovechado: se toparan con la Radio. Y los
sonidos que se encontrarán serán los que les permitan dibujar el paisaje sonoro
de toda una época. Lo lamentable, es que cuando ese momento llegue, el trazo
que se hará de la radio yucateca hablará de un sonido uniforme, distante quizá
al que se encuentre en los archivos sonoros de otras latitudes.
Esto tiene
varios factores, pero todos convergen en el mismo: un lenguaje desaprovechado,
hundido en lo uniforme. Si nos preguntamos ahora ¿A qué sonamos? La respuesta
sería: a lo mismo. No existe actualmente en nuestro cuadrante diversidad
sonora. Las estaciones se repiten en términos musicales, en estilos de locución
y en el uso de los elementos propios del lenguaje radiofónico. El resultante es
una falta de creatividad preocupante. Parecería que nos hundimos en un
conformismo radiofónico lejano a lo que sucede en el resto del mundo. En
Yucatán tenemos una radio poco interesada en formar parte de la cultura global
característica de este inicio de Siglo. Y lo que es peor: es una radio que no
apela a generar efectos de sentido en el oyente. Es una radio alejada de la
imaginación, la emoción y la razón. Estos son los tres elementos que de acuerdo
a José Ignacio López Vigil[i],
le dan vida al lenguaje radiofónico. La imaginación, representada a través de
los efectos sonoros; la emoción, representada por la música; y la razón, cuyo
máximo exponente es (o debería ser) la voz humana.
Los efectos
sonoros van directo a la imaginación del oyente. Le permiten crear en el
cerebro imágenes acústicas que le acercan a la realidad. Su uso crea
atmósferas, contextos. La buena música genera un lenguaje emotivo, nos toca en
las entrañas, nos acaricia el corazón. Y la voz
utiliza un elemento sumamente poderoso: la palabra. La palabra es la que
genera sentido, y es la que apunta directamente a la razón del oyente.
Pensemos
entonces en nuestra radio: ¿Cuántos programas utilizan a los efectos sonoros
para estimular a nuestra imaginación? ¿Cuánta de la música que escuchamos en el
cuadrante radiofónico yucateco, está programada con inteligencia, con sentido artístico, con la idea
de emocionar al radioescucha, de alimentar a su espíritu? ¿Cuántas de las miles
de palabras que escuchamos todos los días a través del dial, están
estructuradas de tal manera que estimulen nuestra capacidad de pensar, de
razonar, de proponer?. Parecería que nuestras estaciones estructuran su
lenguaje pensando en un público uniforme, poco inteligente y dispuesto a
consumir prácticamente cualquier cosa que se ponga al aire.
La realidad es
otra. Se ignora – quizá adrede - que
nuestra plaza es cada vez más diversa. Que por las calles yucatecas, caminan
seres humanos con las más variadas ideologías, gustos y aficiones. Nuestra
mayor riqueza cultural la conforma esa diversidad. Y esa riqueza hoy se
encuentra prácticamente ignorada por el medio radiofónico.
En nuestro
cuadrante radiofónico existen conviven dos modelos de radiodifusión: la
comercial y la de servicio público.
En el modelo
comercial o capitalista, la homogenización discursiva es evidente. Predomina la
misma fórmula: una estructura formal y repetitiva que actúa a la manera de un
sólo programa durante todo el tiempo que la estación está al aire. Los
locutores son animadores, personajes dedicados a mantener el interés del
radioescucha no por tener una propuesta discursiva inteligente, sino por ser
merolicos que pretenden simplemente que el radioescucha no cambie de frecuencia
y así los spots comerciales – verdaderos protagonistas de la radio comercial –
sean objeto de consumo por parte de quien sintoniza a las estaciones. Para
estas estaciones, el radioescucha está representado por una masa de consumidores
y su programación olvida la responsabilidad social del medio, no solamente en
términos informativos, sino formativos: es una radio que no genera diversidad,
por ende, no refleja a la cultura de nuestros tiempos.
En la radio de
Servicio Público, pueden encontrarse algunos oasis de diversidad sonora, pero
en términos generales es una radio estancada en viejos modelos de producción.
No ha sido capaz de renovarse, de entrar al siglo XXI con una programación
diversa. Se presentan como medios alternativos, cuando están muy lejos de ese
camino, pues su discurso es residual o
busca activar ideas del pasado y “éstas pueden ser igual o de dominantes o
autoritarias que aquellas ideas del presente que el discurso alternativo folclórico
pretende cambiar”[ii]
Es decir la radio de servicio público yucateca, ha coadyuvado a mantener los
discursos que históricamente han buscado mantener una idea dominante y uniforme
en nuestra sociedad. Podrá presentarse como “una alternativa” pero no lo ha
sido por que lo alternativo es sinónimo de ruptura, y cualquier intento de
romper con la ideología de antiguos modos de producción de la radio de servicio
público en el estado, ha sido interrumpido o coartado.
Pero ambos
modelos han olvidado a la dimensión artística de la radio.
La radio es
ante todo una forma de manifestación artística capaz de estimular al máximo a
la imaginación, al ojo escondido de nuestro cerebro. Se estimula a través de un
lenguaje que tiene la posibilidad de ser descriptivo, narrativo, sensorial. La
dimensión artística de la radio le hace ser un medio visual. El cuadrante
yucateco ha olvidado que la radio puede hacer que veamos a través de nuestro
oído y que el ejercicio cerebral que se desprende del arte radiofónico puede
generar a radioescuchas más dispuestos a ejercitar a ese ojo con ejercicios que
les vuelvan más receptivos, más participativos, más críticos. Y esta dimensión
tiene que venir acompañada de la pasión por el medio.
¿A qué suena
la radio en Yucatán? A un medio desapasionado. Para hacer radio se necesita ante
todo sentir amor por el lenguaje radiofónico y sus posibilidades. Hay que
sentirlo por dentro, meterse en su magia. Ese es el primer paso para
transformar a la radiodifusión estatal. Así, con pasión por hacer una radio
inteligente y diversa, se podrá cambiar el curso por el que actualmente se
navega en el cuadrante yucateco. Sólo así nuestra radio podrá salir de su
atraso y entrar a la carretera de la globalización, tratando de influir desde
lo local en esa amplia y diversa universalidad en la que hoy nos encontramos a
pesar de que nuestra radio parezca estar empeñada en ignorarla.
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