lunes, septiembre 20, 2004

Farenheit 9/11

Saludos a todos. La semana pasada hablábamos de la importancia de que se exhiba en el mundo una película como Fahrenheit 9/11 de Michael Moore. Moore ha revitalizado un género cinematográfico importantísimo como registro de acontecimientos históricos: El Documental. Que un documental llegue a las salas comerciales es de aplaudirse , pero que un documental como Fahrenheit 9/11 lo haga lo es aún más.
En su ensayo titulado “Cine Documental e Historia: la experiencia británica” el historiador español José Enrique Monterde apunta lo siguiente: “Al tratar desde la historia, una toma de la realidad se está generando un discurso histórico específico. Pero si nos paramos en pensar que esa función empieza por decidir que se filma, un acontecimiento u otro y cómo se filma, comprenderemos que hasta el punto de vista histórico lleva implícita un postura cargada de ideología que como tal, es susceptible de una interpretación histórica”.
Partiendo de lo anterior, puedo decir que Fahrenheit 9/11 contiene un discurso histórico cargado de ideología, en este caso la de Michael Moore, que recibe la interpretación histórica que cada quien, de acuerdo a su propia especificidad, le pueda o le quiera dar. Y he ahí su primera gran virtud: uno no puede salir de la sala de cine sin tomar partido.
Moore Manipula, a través de un soberbio ejercicio de montaje, una serie de documentos originales para construir una película, que con un valioso discurso cinematográfico, expone a quienes ocupan actualmente cargos importantes en la presidencia de los Estados Unidos.
Desde el principio del filme Moore se muestra como un crítico acérrimo de la administración del presidente George W. Bush. Cuestiona, a través de una brillante investigación de carácter periodístico, las relaciones entre la familia Bush y los miembros del Clan Bin Laden; la tardía reacción del gobierno federal luego de los atentados del 11 de septiembre y las razones por las cuales nuestro vecino del norte, se ha embarcado en una guerra en el medio oriente son expuestas por Moore de manera casi incuestionable con hilarantes momentos de un humor lúcido y salpicado de ironía. Ahí la segunda gran virtud del filme: una lección de cómo hacer periodismo militante. Un periodismo que trata de no dejar cabos sueltos y que tiene como sustento a la investigación.
La semana pasada comentaba que me parece que estábamos ante una película coyuntural. Ahora estoy más seguro de ello. Sin embargo creo que la película pasará a ser un documento histórico importante. Se trata de la visión de un período que ha resultado álgido para los Estados Unidos en particular, y por lo consiguiente para el mundo en general. Volviendo con Monterde, a quien citaba en un principio. Dice el español. “El cine produce historia de una forma casi ontológica; por el mero hecho de ser filmado, cualquier acontecimiento se convierte en hecho histórico, es percibido por el espectador como perteneciente al pasado, aunque revivido en presente por él. Por tanto la historicidad de un material cinematográfico no vendrá dada por voluntad, sino por la esencia del medio. De ahí que sea impropio hablar de materiales documentales históricos: todo fragmento es susceptible de convertirse en fuente histórica” Fahrenheit 9/11 lo será, cuando en el futuro se trate de revisar el proceso electoral que en 2000 llevó al poder a George Bush. Lo será también cuando se quiera estudiar la psicosis que la guerra despierta entre los soldados que la protagonizan y las víctimas inocentes que sufren sus horrores. Pero también lo será, cuando se trate de investigar de que manera los medios de comunicación en general, y en este caso particularmente el cine, puede influir en la decisión política que tomen los ciudadanos de un país. Fahrenheit 9/11 pretende, y Michael Moore no lo oculta, que los norteamericanos no reelijan a George Bush como su presidente. Y he ahí la tercera gran virtud de esta película: se trata de un documento, cargado de un gran valor fílmico, para que las generaciones futuras revisen la historia occidental de estos albores del siglo XXI. Digna de verse, y sobre todo, digna de comentarse ampliamente.

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