(Este post quizá pueda dar indicios de que lo que ha sucedido al final de la serie. No son precisamente Spoilers, pero si no la han visto y planean hacerlo quizá deban detener aquí la lectura).
Algunos de nosotros podemos medir nuestras vidas en series de televisión.
Si, ya sé, para muchos esta afirmación puede sonar como un desperdicio de tiempo y podrán argumentar - tal vez con gran razón - que la vida real está allá afuera, que hay mucho más en la existencia que una temporada de 22 capítulos. Pero cuando un producto audiovisual se conecta contigo, es inevitable no sentir que de alguna forma tu vida está mínimamente ligada a la ficción que ahí se cuenta. Por que lo interesante de todo relato ficticio es que en algún momento puede tocar ciertas fibras que lo conectan con la realidad propia. Cuando logra eso, los números de rating dejan de ser importantes y lo que estaba pensado para las masas, termina convirtiéndose en un asunto de carácter individual, en el que cada quien hace una apropiación de acuerdo a sus propios intereses, a su propia situación de vida.
How I Met Your Mother comenzó en 2005. Aún me sigue pareciendo increíble que esta gran serie no haya tenido eco en América Latina. Canal Fox la programó en horarios infames, la dobló y nunca le dio el apoyo suficiente para convertirse en un gran éxito, por lo que para muchos de nosotros se convirtió en la primera serie que seguimos íntegra por Internet, lo que marcó la primera diferencia en relación a otros productos similares.
Pero por supuesto no se queda ahí. How I Met Your Mother se convirtió en un producto de disfrute personal por dos razones fundamentales: era una simple historia cuyo mejor sustento eran sus personajes entrañables. Nunca tuvo la pretensión de cambiar a la televisión, nunca quiso ser revolucionaria. Por el contrario HIMYM se regodeaba en la simpleza de sus anécdotas y las hacía crecer gracias a Ted, Barney, Robin, Lilly y Marshall, personajes perfectamente definidos, indispensables y que reflejaban a un grupo compacto y diverso de amigos incondicionales. Eran una bandita como cualquier otra, como lo es quizá nuestra propia bandita. La segunda razón es el complemento de la primera: se trataba de retratar a seres ordinarios que atravesaban por diversas etapas de su vida en la eterna e indispensable búsqueda del amor. En otras palabras, eran personas que buscaban lo mismo que casi todos de los habitantes de este planeta. Cuando Ted Mosby conoce por primera vez a Robin Scherbatsky, se podía intuir que iba a venir una historia de amor y desamor, de encuentros, de desencuentros, de corazones rotos y de corazones que vuelven a unirse hasta encontrar a quien lo mantendrá para siempre en una sola pieza, en un estado de felicidad constante. Y ello va de la mano de un crecimiento, de un desarrollo tanto físico como emocional e intelectual.
En los últimos minutos de la serie Lilly Aldrin busca con desesperación que sus amigos se mantengan unidos al menos en los momentos importantes, en aquellos que cuentan realmente para el anecdotario de la vida. Es probable que el tiempo ya no les deje verse con la regularidad permitida por años más juveniles, pero sabe que hay lazos que son irrompibles y que pueden superar a cualquier calendario, sabe que de eso se trata el estar vivos, que de eso se trata el amor que acompaña a la amistad verdadera. Y cuando uno entra a los albores de la madurez, cuando uno comienza a recorrer los primeros metros del último tramo, es cuando se entiende mejor una propuesta como la hecha por Lilly: no se trata ya de estar siempre, sino de saber cuando estar.
Siempre supimos algunas cosas: que Marshall y Lilly eran uno de esos extraños casos en los que el amor definitivo se encuentra en la juventud, que estarían juntos sin importar lo que les pasara en el futuro. Que Barney Stinson era un canalla adorable, alguien cuya fidelidad hacía sus amigos nunca estaba en duda y que iba a conocer al amor verdadero de la manera más inesperada. Siempre supimos que Robin iba a poner a su carrera por delante de todo, que iba a tener que pasar muchas cosas para estar con quien al final debería estar. Y, por supuesto, siempre supimos que Ted iba a conocer a la madre de sus hijos, que todas sus fracasos amorosos iban a ser recompensados por la dueña de un paraguas amarillo.
Ayer terminó How I Met Your Mother y no puedo dejar de sentir un dejo de nostalgia al saber que no volverá en una nueva temporada. El final me ha parecido lleno de una ternura pocas veces vista en la televisión. No hay muchas series que se atrevan a finalizar de esa manera. Ha terminado con aspectos inherentes a la vida misma: nacimientos, muertes, reencuentros, amistad, padres, hijos...ha sido un colofón perfecto para una serie que se adentró profundamente en muchos de quienes la seguimos, una serie llena de momentos memorables.
Ha terminado una serie, ha terminado una era, una etapa de nuestra vida. No puedo dejar de pensar en todo lo que ha sucedido en este periodo de tiempo, en todas las vivencias, en mi propia bandita, en aquellos que llegaron más o menos por esos años y se han quedado, en los que aún siguen, en los corazones rotos, en los nuevos encuentros, en el renacer de la esperanza. Son 9 años acompañado de una serie a la que seguramente acudiré cuando la nostalgia se haga presente, como lo hago con The Wonder Years, con Lost, con 24, con The West Wing, con Cheers, como lo hace uno con esas ficciones que terminan siendo parte de tu propia historia.
Ha terminado un gran viaje, ha terminado How I Met Your Mother...y ha sido simplemente Legen...wait of it...dary...
Así las cosas hoy martes...
Salud pues......
1 comentario:
La Robin es la novia ideal, en fisico y forma de ser.
Publicar un comentario