En unas horas más comenzará el Campeonato Mundial de Fútbol
en Brasil. Para quienes gozamos de mirar al balompié se trata de un evento
especial, con características únicas y que atrae poderosamente nuestra
atención. Esperamos cuatro años para tener nuevamente la oportunidad de ver la
que – después de los Juegos Olímpicos – es la máxima competición deportiva a
nivel global. Hay algo especial que
rodea a la Copa del Mundo pues prácticamente durante todo el mes que dura el
torneo en todos los países participantes la atmósfera se siente y se respira
diferente. Por supuesto pueden echarle de ello la culpa a la mercadotecnia que
rodea a la competición, pero más allá de ella es innegable que existe un
sentimiento genuino en el aficionado al fútbol durante los días del mundial, el
sentimiento generado por el hecho de estar frente a un evento irrepetible y por
lo tanto emocionante.
En México el Mundial de Fútbol se vive de manera muy intensa.
Y esa intensidad está quizá más presente que nunca. Alrededor del evento
parecen haberse formado dos bandos: los que se aprestan a ver el Mundial
poniendo toda su atención en lo que pase en el mismo, y los que lo odian sobre todo porque lo ven
como un evento enajenador de masas, particularmente porque en esta ocasión
el campeonato se jugará en días muy
importantes para el país: los días en los que en el Congreso se discutirán
reformas trascendentes para el futuro de la nación como lo son la energética y
la de telecomunicaciones. En otras palabras: también somos
aficionados a los radicalismos y las posturas en torno al mundial han caído en
los terrenos de tal afición, pues mientras unos piden que les dejen ver en paz
un evento por el que esperan durante cuatro años, otros hacen llamados a apagar
la televisión y así no ser víctima de los intereses que buscan a toda costa
apoderarse de las riquezas nacionales.
Por supuesto que el deporte puede tener un uso político. La
historia está llena de momentos en los que los gobernantes han utilizado a las
justas deportivas para vender su imagen o bien para generar distractores que
eviten que el pueblo tome conciencia de actos de gobierno que son de suma
importancia. Sin embargo también es cierto que vivimos en una era en la que la
información sobre los acciones de políticos y gobernantes, así como las
decisiones que toman, están al alcance prácticamente de quien quiera informarse
respecto a las mismas. Por lo tanto me parece que las posturas que en México
han surgido en torno al Campeonato Mundial de Fútbol son exageradas y que lo
importante, como en muchas cosas en la vida, es encontrar un punto medio.
No hay nada
malo en dejarse llevar momentáneamente por la afición al Fútbol. Como ya dije anteriormente un Mundial sucede
una vez cada cuatro años, y para muchos representa una oportunidad única de disfrutar
de su deporte favorito. Sin embargo tampoco podemos permitir que esta afición
nos haga ir por la vida con los ojos solamente fijos en lo que se muestra desde
Brasil en las pantallas de televisión. Tenemos la obligación de estar al tanto
de lo que sucede en el Congreso porque ahí es en donde se decidirá el futuro de
esta nación no en las canchas de Natal o Fortaleza. Y así como castigamos a un
jugador dándole la espalda o retirándole nuestro apoyo cuando estamos seguros
que le ha hecho daño a nuestro equipo, también tenemos la posibilidad de
castigar con nuestros votos a quienes sintamos que han aprobado leyes que muy
probablemente terminen por beneficiar a los mismos mexicanos de siempre.
Pero tampoco
es válido satanizar como “ignorantes” y “borregos” a quienes viven con
intensidad a la Copa del Mundo. Existe cierto aire de arrogancia intelectual en
quien por encima del hombro dice que el fútbol es “pan y circo para el
pueblo”, en quien se dice “a salvo” de
las garras de la mercadotecnia o la televisión. No todos quienes disfrutan del
fútbol son personas sin conciencia social o política y ejemplos en el mundo
intelectual hay muchos, Juan Villoro y Eduardo Galeano son quizá de los más
notorios. Tal vez en lugar de presumir que se está exento de la fiebre
mundialista y que por ello se está realmente comprometido con el país, se
debería tratar de entender y aprovechar al deporte en un sentido opuesto al que
le han dado tradicionalmente los políticos. Es decir: ser más imaginativos y
generar conciencia social a partir de un evento de gran impacto en la sociedad,
voltearle la plana a la clase política y aprovechar la efervescencia y la
unidad nacional que genera un juego de fútbol
como la analogía perfecta de lo que podemos lograr si somos capaces de
unirnos en torno a causas que son realmente importantes para México.
El Mundial
está a unas horas de empezar.
Disfrutémoslo, vivámoslo intensamente, pero mantengamos también nuestra
atención en lo que en unas horas también sucederá en la cancha política nacional.
Seamos aficionados y seamos, sobre todo,
ciudadanos informados.
Así las cosas hoy miércoles...
Salud pues......
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