lunes, abril 17, 2006

De combinaciones mortales y una entrañable pelicula...

Seven Readers!!


El sábado pasado aprendí dos cosas:
La primera: nunca mezcles vino tinto y vino blanco. La segunda, cuando lo hagas en una reunión, no dejes que tus anfitriones te sirvan en sus mejores copas. Pide siempre un vaso de plástico o una copa chafa, por que después de que el vino ha fluido en tus venas, la copa, que ha sido guardada tal vez por generaciones, puede sucumbir ante una mano que, varios miligramos de alcohol después, resulta prácticamente incontrolable.
En la vida, he tenido pocas borracheras memorables. Está aquella a los 15 años, cuando en casa de un amigo, cuyos padres estaban de vacaciones, encontramos una botella de Bacardí Añejo y después de dos copas me puse a nadar en una alberca vacía. Inolvidable también es la de 1996, cuando mis compañeros de departamento en los días universitarios, decidieron que para cerrar esos años compartidos compráramos una botella de vodka Oso Negro y la combináramos con una de Mezcal bastante puro. Y claro, la del sábado pasado.
No soy un tomador de Grandes Ligas y como borracho no lloro ni quiero golpear a todo el mundo, pero si soy temático y con muy buena memoria. No hay dato que se me escape y, por ejemplo, recuerdo perfectamente todo lo que hice y dije el sábado mientras tomaba alegremente una tras otra las copas del Castillo del Rhin y el Concha y Toro (no sé mucho de vinos, ni que tan buenas sean estas marcas pero realmente estaban deliciosas) cuya consistencia y temperatura ayudaban mitigar una noche particularmente calurosa. En realidad la reunión entre cuates fue sumamente divertida. No me di cuenta que tan ebrio estaba, hasta que al ir al baño tardé un buen rato en poder abrocharme el cinturón pues no encontraba los huequitos que lo aseguran. Al salir, entregué las llaves de mi auto para no manejar y me dejé llevar nuevamente por el jolgorio encabezado por la bebida favorita del buen Baco. Al día siguiente, la cruda fue mínima y se redujo a sentir sueño durante todo el domingo. Un sábado diferente y muy divertido.

Elizabethtown

“No true fiasco ever began as a quest for mere adequacy. A motto of the British Special Air Force is: 'Those who risk, win.' A single green vine shoot is able to grow through cement. The Pacific Northwestern salmon beats itself bloody on it's quest to travel hundreds of miles upstream against the current, with a single purpose, sex of course, but also....life”

Cameron Crowe es uno de mis directores favoritos. Siempre me he identificado con su filmografía: Crowe hace un cine muy personal (cuando no lo hace así, fracasa rotundamente. Ahí está Vanilla Sky como prueba) es un hábil guionista y un director que suele sustentar sus filmes en el trabajo actoral y en situaciones emocionalmente complejas, pero resueltas con sencillez y simpleza. Tiene otra constante: sus personajes principales son casi siempre hombres jóvenes que atraviesan por momentos emocionalmente complicados. Y por último, pocos directores tienen el conocimiento musical que Crowe posee, por lo que sus películas suelen contener una fantástica selección de temas que entran en el momento justo para servir como coadyuvantes en la narración fílmica. Dos de las películas de Crowe se encuentran entre las favoritas de todos mis tiempos: Say Anything y Almost Famous. Desde el viernes existe una candidata más a entrar a esta lista: Elizabethtown.





Drew Baylor es un ejecutivo de la industria de los zapatos deportivos. Uno de sus Diseños fracasa rotundamente; eso le cuesta a la compañía casi 1 billón de dólares, y por supuesto a Drew, su trabajo. Cuando está a punto de suicidarse (con un método que de haber resultado, hubiese tenido varios elementos gore) recibe una llamada con la noticia de que su padre ha muerto. Tiene entonces que viajar al pueblo natal de su padre, Elizabethtown en Kentucky, para encargarse de los funerales. En un solitario vuelo, en el que prácticamente es el único pasajero, conoce a la sobrecargo Claire Colburn, quien le ayudará, como personaje catalizador, a transformar su vida e iniciar un nuevo camino.
La película tiene varios momentos. En general podría definirse como un híbrido con elementos de comedia de situación, drama y road movie. Cameron tiene la habilidad para retratar con honestidad, situaciones por las que atraviesan personas comunes y corrientes. No se trata de enfrentarlos a situaciones extraordinarias, sino a esos pequeños momentos por los que de alguna manera todos tenemos que pasar. En el caso de Drew, son tres: un espectacular fiasco, la muerte y el descubrimiento fortuito del amor. Crowe sabe retratarlos con la particular vision que tiene del mundo. Un mundo envuelto por la cultura pop, que siempre suele ser un referente en todas y cada una de sus películas. Con ello logra crear ambientes cálidos, familiares; que están presentes a lo largo de toda la película; ambientes que dan paso a momentos fílmicos memorables (Susan Sarandon, bailando tap al ritmo de Moon River es uno de ellos) y a escenas en las que el gozo por la vida, el amor y el simple hecho de estar vivo, están siempre presentes.
Orlando Bloom y Kirsten Dunst, entienden a la perfección que sus personajes dependerán el uno del otro desde el momento en el que sus vidas se cruzan. Bloom deja las espadas y las películas de época, para hacer un papel diferente a lo que le habíamos visto antes. Es hábil para manejar las expresiones de su rostro y existe una evidente y natural evolución de su papel a lo largo de la película; evolución que Bloom presenta con buenos resultados. Dunst, por su parte resulta en la elección perfecta para construir un personaje que debe brillar por su simpatía y por un marcado amor por la vida que tiene que resultar contagioso. Evita, apoyada en gran naturalidad, caer en la cursilería y también tiene resultados creíbles en pantalla.
La música, como en todas las películas de Crowe, tiene un papel fundamental. La partitura escrita por la ex Heart Nancy Wilson (esposa en la vida real de Cameron) es un reflejo de la película; y la música incidental seleccionada por el director es conformada por una serie de canciones tomadas del rock clásico, el godspell y el rock alternativo, es en si misma una especie de personaje de apoyo que ayuda en gran medida al desarrollo de la historia.
Con Elizabethtown, Cameron Crowe se muestra como un director maduro y apasionado por la vida. Sus películas carecen de oscuridad y complejidades y en cierta forma son bastante predecibles, lo que seguramente le traerá un sin fin de detractores; pero son abundantes en emociones y detalles. Elizabethtown es un pequeño gran canto a la vida y en ello recae su fortaleza.

Así las cosas este lunes…

PS1…Las Chivas no dan una sin sus seis titulares…

PS2…Ví también ICE AGE 2…divertida, pero me quedo con la primera parte…

Salud pues…

4 comentarios:

Kix dijo...

¿De plano te quedas con la primer parte de Ice Age? Fíjate que yo ahí como dicen por ahí "respectfully disagree", porque a mí me pareció mucho más divertida la segunda parte.

Al leer tu reseña de Elizabethtown se antoja mucho verla! Estaría bueno darme una escapadita por ahí. Al leerte creo que es un filme light, pero no tanto, cursi, pero no tanto y para recapacitar, pero no tanto.

:-) Feliz semana. Por cierto, ya abrí un nuevo bló, estás cordialmente invitado.

David Moreno dijo...

Bueno me parece que el guión de la primera es más sólido. La segunda parte es una colección de buenos "gags" pero con una estructura mucho más débil.
Si, vale la pena ver Elizabethtown...
Ya checo tu blog..

Saludos..Kix...

David Moreno dijo...

jajajaja nunca lo había pensado como un Golden Classic...pero si, algo, o mucho hay de eso...

Saludos Jadsia...

Anónimo dijo...

Eh.. estoy disfrutando un vaso de Castillo del Rhin.. verdaderamente el mejor vino blanco que he probado, gracias a los camaradas que lo fabrican!!